Jesús
derriba todas las barreras
“La mujer
samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy
mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió
Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame
de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva” Juan 4:9-10
“Hermanos
míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de
personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y
con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis
con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen
lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi
estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces
con malos pensamientos?” Santiago 2:1-4
La iglesia
cristiana debe ser notoria por su amor, por eso, los que profesamos la fe en
Cristo como el Señor de gloria, no debemos hacer acepción de personas por las
solas circunstancias o apariencias externas; debemos, como discípulos, ser
humildes como Jesús, acogiendo a las personas independientemente de su género,
raza o estilo de vida.
Jesús vino a
derribar todas las barreras sociales y eso lo vemos en el pasaje de hoy, donde
demostró que la ruptura de las divisiones es una de las maneras mediante las cuales
la sociedad puede ser transformada.
Él se
encuentra en el pozo de Jacob con una mujer samaritana y entabla una larga
conversación con ella; en primer lugar, hablar en público con una mujer
contradecía todos los convencionalismos de ese entonces y, más aún, un
religioso con una mujer de dudosa reputación, ya que los que eran religiosos no
se mezclaban con pecadores, por eso, sus discípulos son los primeros
sorprendidos cuando lo ven; miremos Juan 4:27 que dice “En esto vinieron sus
discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo,
ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?”
La división
entre judíos y samaritanos venía desde tiempo atrás; los samaritanos eran una
minoría despreciada y relegada. Jesús rompe con las barreras del racismo, la
guerra de clases, la discriminación, la segregación racial y social, su amor
rompe estos muros de separación, porque es para todas las personas sin acepción
y así lo manifestó siempre.
Dios nos ama
a todos por igual, no importa quienes seamos; aún más, Él ama a personas
imperfectas como nosotros. Jesús se acerca a la samaritana de una manera
humilde, pidiendo agua, ella era una mujer marginada, con un pasado de
relaciones rotas, rechazada y repudiada por su propia gente, tanto que iba a la
hora más calurosa al pozo a sacar agua, para no toparse con ninguno; pero:
¡gloria a Dios!, ese día tuvo el mejor encuentro, el misericordioso Jesús que
no la condenó ni la rechazó por su estilo de vida o posición social.
Debemos
entonces ser una iglesia amorosa, que le dé oportunidad de salvación a toda
persona. En última instancia, es el Espíritu Santo quien logra la
transformación de las personas y de la sociedad, porque es el que trae la
unidad, rompiendo las divisiones y posiciones sociales, como pasó con la
samaritana ese día.
Recordemos
que después de la visión del lienzo con animales limpios e inmundos, el apóstol
Pedro tuvo que aprender que Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34);
Dios no tiene favoritos. Oración.
«Señor
Jesucristo, sé que viniste para derribar barreras raciales y sociales entre
nosotros; todas las personas necesitan el agua viva de tu presencia, viniste a
saciar su sed de aceptación, amor y soledad. Entiendo que la transformación de
una sociedad empieza por mi propio cambio, que solo lo puedo lograr por medio
del Espíritu Santo que mora en mí; ayúdame a no hacer acepción de personas y
amar a los que me rodean sin discriminación, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo. ¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes
sociales para ese propósito.
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