Dependencia
día a día
“Y Jehová
dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y
recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi
ley, o no”. Éxodo 16:4
“Porque el
pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron:
Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a
mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Juan
6:33-35
“Aderezas
mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con
aceite; mi copa está rebosando”. Salmos 23:5
Cuando el
pueblo de Dios murmuró contra Moisés y Aarón, pidiendo pan y añorando la comida
de Egipto, fue claramente una rebeldía contra Dios mismo; muy pronto olvidaron
que Él siempre los había sustentado en su travesía por el desierto. En su
infinita bondad y misericordia, nuevamente respondió a esa necesidad,
prometiéndoles pan del cielo diariamente; serían saciados, saldrían a recoger
el maná suficiente para cada persona cada día, sin embargo, en el sexto día les
ordenó que recogieran una doble porción para que descansaran el día de reposo.
Este pueblo una vez más vería la gloria de Dios por medio de la milagrosa
provisión; esto implicaba una dependencia constante de Dios para su
mantenimiento diario.
Así como el
maná, no podremos sobrevivir espiritualmente sin una vida de intimidad con
Dios, por eso, Jesús se revela así mismo como ese pan que necesitamos para
saciar nuestra hambre espiritual (Juan 6:33-35). No podemos ser independientes
de la guía del Espíritu Santo, sino que debemos andar en dependencia día a día.
Jesús es el verdadero pan del cielo, quien con su palabra guarda nuestra mente
y corazón, renueva nuestros pensamientos y actitudes para que haya un cambio en
nuestro interior. Efesios 4:23-24 dice: “y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad”.
No basta con
cambiar nuestra apariencia, sino nuestra esencia, ya que seríamos como fariseos
llenos de velos, que ocultan su verdadera naturaleza, por lo cual, tenemos que
confrontarnos con el espejo de la palabra de Dios, para que nos muestre lo que
realmente somos y así poder ser transformados a la imagen de Cristo. “Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).
Jesús es
nuestro maná, es la esencia que necesitamos, porque “en Él habita corporalmente
toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2:9); y, aunque Jesús fue
desfigurado en su apariencia, su esencia permaneció y con ella pudo ganar la
batalla en la cruz, con su amor y su gracia nos dio la eternidad.
Solo debemos
ir a Jesús y creer en Él y saciará cualquier hambre y sed espiritual que
tengamos. Nos invita diariamente a compartir un banquete en su presencia, que
es la fuente y la sustancia esencial para llenar nuestra alma. Es Él quien nos
unge y hace rebosar nuestra copa con su plenitud. Jesús, como pan, da
continuamente vida al mundo. Oración.
«Una cosa
solo deseo mi Señor Jesús y es estar en tu presencia cada día; no permitas que
te deje sentado a la mesa cuando deseas compartir conmigo un banquete
espiritual; eres el Pan de vida, has venido a darme vida abundante, sé que
saciarás mi alma y harás grandes cosas en mí. Dame la fe suficiente para
permanecer. En el nombre de Jesús, amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
No hay comentarios:
Publicar un comentario