Templanza
“porque la ira del hombre no obra la ju
sticia de Dios.” Santiago 1:20
Cuando
pasemos por momentos donde nos acusen, nos juzguen, nos señalen y veamos por
parte de nuestros semejantes actitudes y acciones que reflejen repudio hacia
nosotros, nuestra respuesta no debe ser devolver mal por mal, no debe ser
enojarnos y tampoco entristecernos. Es cierto que son situaciones bastante
incómodas y muchas veces nos resulta difícil sobrellevarlas en las mejores
condiciones, pero debemos considerar que son pruebas a nuestra fe y como en
toda prueba hay algo qué superar, en este caso es nuestro carácter. Nos resulta
imposible controlar o dominar el carácter de otras personas, pero sí nos es
posible tener templanza o dominio propio.
La
templanza, fruto del Espíritu Santo, es esa virtud que nos permite o nos da la
capacidad para actuar conforme a lo que es correcto y no de acuerdo con
nuestras emociones o sentimientos.
Entonces,
cuando pasemos por estas situaciones tan difíciles e incómodas, nuestra
reacción no debe ser el enojo, puesto que esto no refleja templanza. Cuando
nosotros nos enojamos, no estamos en la capacidad de hacer lo correcto, porque
dice la Palabra de Dios que en nuestra ira no puede obrar su justicia, mientras
que si nosotros manejamos el dominio propio y permanecemos en una actitud mansa
y humilde, estaremos haciendo lo que es correcto, lo que Dios quiere que
hagamos y estaremos permitiendo así que sea Dios quien obre con justicia en
aquella situación y con aquellas personas.
Así que,
conociendo y entendiendo esto, pidamos a Dios que por su gracia y por su
Espíritu, que mora en nosotros, nos permita en todo tiempo actuar como Él
quiere que actuemos, reflejando el carácter de Cristo y el fruto de su
Espíritu, pero que lo hagamos con total gozo; porque dice su Palabra “Hermanos
míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que
la prueba de vuestra fe produce paciencia.” (Santiago 1:2-3). Oración.
«Padre Dios,
que tu Santo Espíritu que mora en mí, me permita en todo tiempo tener
respuestas que reflejen el carácter humilde, afable y apacible de tu amado
Hijo; recuérdame que ya no vivo yo, sino que es Cristo en mí y que ya no vivo
para mí sino para aquel que murió por mí, en Cristo Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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