Diligencia
en el servicio a Dios, parte 2
El que ama
su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna
la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también
estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” Juan 12:25-26
Nos
afanamos, preocupamos y ponemos todas nuestras fuerzas en actividades quizá
necesarias pero pasajeras, que solo tienen efecto en este tiempo presente; la
palabra de Dios nos dice hoy que, si nosotros amamos la vida en este mundo, la
terminaremos perdiendo, pero que si aborrecemos las cosas que están en este
mundo, es decir, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria
de la vida, para vida eterna la guardaremos. Esto, en la práctica, se trata de
renunciar a pasar tiempo en aquellas cosas que nos presenta el mundo y que solo
satisfacen nuestros deseos, pero que realmente no son necesarias o no afectan
de manera importante el desarrollo de alguna área de nuestra vida; por ejemplo,
ver televisión por largas horas, pasar tiempo desmedido en la peluquería o el
gimnasio, desear infinidad de títulos académicos, entre otros.
Por el
contrario, a lo que nos está exhortando nuestro Dios hoy es a que ese tiempo lo
invirtamos de manera sabia, en actividades que tengan efecto no solo aquí y
ahora, sino para toda la eternidad; y esto solo es posible si nosotros no somos
perezosos, sino diligentes en servir al Señor con todo fervor (Romanos 12:11),
pues el trabajo en el reino de los cielos es el único que tiene recompensas
presentes y futuras.
Servir al
Señor es disponer de los dones y talentos que Él nos ha concedido y usarlos
para cumplir con su propósito; esa misión la podemos encontrar de manera clara
y personal en Marcos 16:15 que dice “Y les dijo: Id por todo el mundo y
predicad el evangelio a toda criatura.” Esa es la tarea que requiere que
nosotros, bajo la dirección y el poder del Espíritu Santo, le pongamos toda
nuestra diligencia y le dediquemos buena parte de nuestro tiempo. Oración.
«Padre
Celestial, que, en este nuevo año, me permitas seguir creciendo en el
conocimiento tuyo y en el servicio a ti. Te pido, en el poderoso nombre de
Cristo, que abras mi entendimiento para cada día comprender de manera más clara
mi identidad, mi ciudadanía, mi herencia y mi propósito, para que así pueda
vivir de manera sabia y con verdadera esperanza; gracias misericordioso Dios,
amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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