Ser y hacer discípulos
«Dijo
entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis
en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;» Juan 8:31
«Por tanto,
id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén». Mateo 28:19-20
Como
discípulos de Cristo, conocedores y hacedores de su Palabra, se nos ha
encargado una gran misión: hacer discípulos para el Señor en todas las
naciones; esta tarea se trata de enseñarle a las personas la Palabra de Dios
con el propósito de que conozcan al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; este
conocimiento debe ser espiritual más que intelectual, pues los debe llevar a
ser imitadores de Dios, a ser santos como Dios es santo y a reflejar a Cristo
en sus vidas por medio del Espíritu Santo que mora en cada creyente.
Ahora bien,
este tipo de discípulos que nosotros estamos llamados a hacer, primero se debe
evidenciar en nosotros, porque para ‘hacer’ primero se tiene que ‘ser’. Para
nosotros poder enseñar la palabra de Dios, primero debemos estudiarla y para
impartir una enseñanza real y con autoridad, lo ideal es que primero la hayamos
vivido; en la carta a los Hechos de los Apóstoles podemos notar cómo el
escritor dice que había escrito las cosas que Jesús había comenzado a ‘hacer’ y
a ‘enseñar’ (Hechos 1:1), y en Marcos 1:22 podemos leer lo siguiente “Y se
admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no
como los escribas”. Quiere decir, que las personas que escuchaban las
enseñanzas de Jesús, notaban que lo que Él enseñaba lo practicaba y no era como
los escribas que sus actos eran contrarios a sus dichos.
Así las
cosas, la clave para nosotros poder ser verdaderos discípulos de Cristo y hacer
discípulos como Él lo hacía, está en conocer, aceptar y declarar la siguiente
verdad en nosotros: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20). Es
decir, conocer, aceptar y vivir, que nuestro viejo hombre con tendencia al
pecado murió con Cristo y ahora hay uno nuevo que vive para la gloria de Dios
como Cristo; esto solo es posible si le cedemos el control de nuestra vida al
Espíritu Santo permitiendo que sea Jesús a través de su Espíritu el que viva y
se refleje en nosotros.
¿Y tú, ya
eres discípulo de Cristo, y mejor aún ya haces discípulos para Cristo? Oración.
«Padre
Celestial, que el Espíritu de tu Hijo que mora en mí y el cual me permite
llamarte Padre, sea el que haga morir en mí las obras que no vienen de ti, para
que pueda vivir bajo tu dirección y propósito; te pido la gracia para reflejar
a Cristo en mi vida y para enseñar tu Palabra con toda diligencia y autoridad,
en el nombre de Jesucristo tu Hijo, amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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