Poder en la debilidad
“Y me ha
dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las
debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias;
porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. 2 corintios 12:9-10
“Confesaos
vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.
La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5:16
El
ministerio del apóstol Pablo no fue para nada fácil, en general, compartir el
evangelio de Cristo no lo es. El Señor Jesucristo siempre fue claro al decirle
a sus discípulos, en Mateo 5:11 dice: “Bienaventurados sois cuando por mi causa
os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,
mintiendo”.
Y no sólo
eso, sino también entender que somos humanos, que somos vulnerables, que
tenemos debilidades que no debemos esconder, sino exponerlas delante de Dios y
reconocer que sin Él no podemos superarlas. Pablo sabía que necesitaba gracia
suficiente y poder en la debilidad. A veces podemos tapar nuestra debilidad por
miedo, por orgullo, porque no quiero que los demás lo sepan, o por vivir de una
apariencia de fortaleza, o por mostrarme más piadoso o santo delante de los demás.
Recordemos
en Génesis 3:10 que dice: “Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve
miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”. Adán y Eva tuvieron sentimientos
de miedo después de pecar, cuando se sintieron fuera de la presencia de Dios,
se escondieron. Dios los confronta, pero al mismo tiempo cubre su desnudez, ese
es el corazón amoroso de Dios que quiere que cuando nos sintamos débiles
acudamos a Él.
Todo ese
miedo nos puede llevar al aislamiento y comenzamos a luchar solos, a creer que
podemos salir por nosotros mismos, pero la verdad es que necesitamos al
Espíritu Santo que es nuestro Ayudador y también muchas veces necesitamos
aliados espirituales, como nuestros hermanos en la fe, que nos ayuden a
interceder para vencer cualquiera que sea nuestra debilidad.
Pablo tenía
un aguijón en su carne, que lo mortificaba y lo humillaba; y rogó a Dios tres
veces para que lo quitara y la única respuesta que recibió fue: “bástate mi
gracia”. Muchas veces es así para que reconozcamos la grandeza de Dios que nos
rodea en nuestro estado de vulnerabilidad y nos hace depender más de Él.
Debemos
acudir a Dios, o quizás a personas que lo representan como: nuestro pastor,
líder, hermano en la fe, o nuestra propia familia y confesar nuestra debilidad.
Ponernos vulnerables hace que se manifieste el poder de la gracia de Dios. La
vulnerabilidad no sólo me conecta más con Él, sino con los demás. El rey David
nos da ejemplo de esto en los salmos, siempre mostraba cuán frágil era y cuánto
necesitaba del Señor. Confesar nuestras debilidades, pecado y flaquezas trae
sanidad, como lo dice Santiago en el versículo de hoy.
La gracia de
Dios es nuestra esperanza para ponernos en pie, porque es Dios quien nos cubre
y es la única roca sobre la cual podemos pararnos sin temor a resbalarnos. El
Señor nos dice a todos: “mi poder se perfecciona en la debilidad”.
Anímate a
expresar aquello que te hace tan frágil, ante Dios y si es preciso, ante
aquellos que pueden ayudarte en oración.
Oración.
«Señor hazme
comprender cuán vulnerable soy y cuanto necesito de tu presencia y de la
intercesión de otros, que mi vulnerabilidad no solo me conecte más contigo sino
con los que me rodean. Quizás poder decir como Pablo: “por amor a Cristo me
gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en
angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. En el nombre de
Jesús. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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