Gracia y
verdad
“le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el
acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” Juan 8:4-11.
En este
pasaje tenemos un claro ejemplo de cómo debemos acercarnos a las personas que
están atadas al pecado, encadenadas a los vicios y que han perdido toda
esperanza, ya que están viviendo en orfandad espiritual porque no conocen la
paternidad de nuestro Padre amoroso y se refugian en todas estas cosas para
llenar su vacío. Jesús es el camino, la verdad y la vida y el único medio para
volverlos a Dios; por eso, al compartir el evangelio, debemos encarnar a
nuestro maestro y ser cómo Él. Juan 1:17 dice “Pues la ley por medio de Moisés
fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”, tenemos
su ADN y es el amor.
Jesús estaba
lleno de gracia y verdad, por eso no condenó a la mujer adúltera; así es que
debemos ir a otros, sin juicio, sin reproche, sin señalar a ninguno, porque al
igual que ellos éramos huérfanos y Jesús con su sacrificio en la cruz restauró
nuestra relación con el Padre y nos acercó a su presencia.
Entender que
cada ser humano fue hecho a la imagen de Dios, nos dice que no debemos tratarlo
con desprecio por su condición, su equivocación o pecado. Cuanto más firmes
estén nuestros fundamentos cristianos, con más facilidad podremos acercarnos a
nuestro prójimo, porque estaremos llenos de su amor, gracia y verdad. Para
cumplir con la gran comisión debemos crecer en estos fundamentos y así ganar el
corazón de otros para Cristo, viendo sus heridas causadas por su orfandad.
Jesús
primeramente con su gracia conquistó el corazón de la mujer, porque la vio diferente
a los otros que la condenaban, la miró con amor y compasión, y cuando todos se
fueron y ninguno arrojó ni una piedra sobre ella, le manifestó la verdad, la
confrontó con su pecado diciéndole que no pecara más.
Si al
evangelizar ofrecemos solo la verdad sin la gracia, perdemos la perspectiva
porque podemos volvernos legalistas y esto hace que las personas cierren su
corazón a Cristo, ya que no experimentan el amor de Él a través de nosotros,
sino la condena. Pero tampoco es irnos al otro extremo de solo gracia, porque
entonces podemos caer en la permisividad; amor que no conduce a la verdad es
permisividad.
Por eso la
gracia y la verdad deben ir juntas cada vez que vamos en el nombre de Cristo a
hablar de Él, porque nos lleva a tener respeto por la dignidad humana y
llenarnos de su inagotable amor, que es lo único que puede volver los corazones
pródigos. Oración.
«Amado
Jesús, gracias por haber restaurado mi relación de paternidad y haberme
acercado nuevamente al Padre por tu gracia y tu verdad. Quiero, al igual que tu
poder, ir a tantas personas que están errantes como ovejas sin pastor,
deambulando en oscuridad, ataduras y vicios, buscando una salida. Lléname de
ti, de tu ADN, para llevarles tu amor y acercarlos a ti. En el Nombre de Jesús,
amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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