Adoptados
para adoptar a otros
“Pues no
habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con
Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él
seamos glorificados”. Romanos 8:15-17
La adopción
es una de las verdades más liberadoras de la palabra de Dios, que puede
transformar radicalmente la vida de cualquier persona que ha experimentado el
rechazo y el abandono de esta sociedad. Todos los seres humanos cuando nacemos
heredamos la naturaleza pecaminosa y esto hace que estemos separados de Dios,
en orfandad. Como dice Romanos 3:23 “por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios”. Al encontrarnos en esa condición no podemos
disfrutar de su amorosa presencia, ni de su paternidad.
En su
infinito amor, nuestro Padre Dios envió a su Hijo a morir por nuestro pecado, a
quitar esa barrera que nos separaba de Él. Con su obra redentora y nuestra
decisión personal de aceptar lo que Jesús hizo por nosotros, nos ha dado la
potestad de ser hechos hijos de Dios, como dice Juan 1:12. Este acto de amor en
la cruz nos puso nuevamente en la relación correcta con el Padre.
Adicionalmente
se nos ha dado el Espíritu Santo, y recibimos el espíritu de adopción por el
cual podemos llamar a Dios Abba Padre, una expresión que muestra afecto y
familiaridad a Dios como un papá. Como hijos, somos herederos juntamente con
Jesucristo. No sólo de toda la riqueza que posee, sino de su identidad, porque
tenemos su presencia morando en nosotros.
Entender que
el Padre celestial, nos eligió para que pertenezcamos a su familia, es saber
que no estamos solos, ni desamparados. Él se despojó a sí mismo para hacerse
hombre, para rescatarnos y adoptarnos independientemente de lo que somos,
porque quizás antes de conocerlo, fuimos lo más vil y menospreciado del mundo y
no merecíamos tanto amor.
Él extendió
su brazo y nos sacó de la condición en que estábamos, se reconcilió con
nosotros. Como hijos pródigos, nos lavó con su preciosa sangre, nos vistió con
las mejores galas, nos puso el anillo real que simboliza que somos hijos del
reino celestial y que somos suyos.
Suficiente
razón para que comprendamos que nos escogió para Él y para ayudar a sacar a
este mundo de la orfandad. Nos entregó el ministerio de la reconciliación para
que podamos decir a otros: “os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con
Dios” 2 Corintios 5:20. En otras palabras, fuimos adoptados para adoptar a
todos aquellos que se sienten solos, abandonados, esclavos y oprimidos por
causa del pecado, arrebatarlos de las manos del padre de mentira que gobierna
este mundo, Satanás y liberarlos con el mensaje del evangelio. Oración.
«Padre,
gracias por amarme aun sin merecerlo y adoptarme como hijo por la obra
sacrificial de tu Hijo Jesús, por librarme de las tinieblas y trasladarme al
reino celestial. Señor, hay tanta orfandad en este mundo, por eso hazme
entender que, así como lo hiciste conmigo, yo sea un instrumento en tus manos
para atraer a otros a tu amorosa paternidad y que puedan experimentar ser
libres por tu gran amor. En el nombre de Jesús. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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