Nadie como
tú
“No hay
santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el
Dios nuestro”. 1Samuel 2:2
“¿A quién
tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi
carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios
para siempre”. Salmo 73:25-26
“Oh alma
mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti.”
Salmo 16:2
Estas
palabras de oración salieron de la boca de Ana, y no solamente fue una
plegaria, sino, una alabanza que irradiaba luz, porque el deseo de cada
creyente es reflejar la luz divina. Este canto resalta un contraste entre la
Ana, irritada, humillada y entristecida por su rival, del capítulo uno del
libro de Samuel; con una Ana en el capítulo dos que fue elevada al trono de
Dios por la oración con la que derramó su alma delante de Él y que le fue
contestada.
La oración
eficaz de una mujer justa que se deleita en la majestad y santidad de Dios, una
mujer atribulada de espíritu que encontró en Dios su refugio. Una mujer que
tenía fe en el Dios que lo cambia todo y obra en favor de los que se humillan
en su presencia, por eso dice con tanta certeza: “no hay ninguno fuera de ti”.
Su corazón
se regocijó en Jehová y su poder se exaltó solo en Él, como dice 1 Samuel 2:1
“Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en
Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegré en tu
salvación”. Dios es bueno y si acudimos a Él en momentos de angustia, no
seremos defraudados, porque es grande en misericordia hacia los que le buscan.
Ella
comprendió que Dios tenía la respuesta. Necesitamos aprender de Ana, a buscar
al Señor de corazón y gemir no sólo por nuestras necesidades, sino por las de
otros, con la compasión que da el Espíritu Santo, que anhela ver el poder de
Dios y su manifestación en este mudo perdido. Por eso, en su oración nacida de
un corazón afligido, al ser estéril, pide por un hijo que se levante como un
varón de Dios, para que saque a Israel del estado de oscuridad en que se
encontraba y le haga frente a la anarquía por la que su nación pasaba. Una
oración generosa y sin egoísmo, donde pide un hijo, para después prometerlo al
servicio de Dios.
Ana salió de
la presencia de Dios, con gozo del Espíritu, con la paz de Dios y con una fe
renovada. Hoy, más que nunca, necesitamos intercesores que martillen el cielo
con clamor, a fin de que Dios obre un avivamiento en su pueblo como nunca se ha
visto, porque estamos viviendo tiempos de oscuridad y necesitamos que se
levanten hombres y mujeres del talante de Samuel, para proclamar la Palabra de
Dios. Oración.
«Hoy, acudo
a ti Padre celestial, buscando refugio en tu presencia, tú puedes hacer de lo
imposible, lo posible, por eso derramo mi corazón atribulado y triste delante
de ti, rogándote que no permitas que mi fe decaiga ante las pruebas, sino que
cada día mi confianza crezca, porque tú eres mi Dios y no hay bien fuera de ti.
En Cristo Jesús. Amén. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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