Todos los
días son buenos
“Ciertamente
el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa
de Jehová moraré por largos días” Salmo 23: 6.
Muchas
personas no disfrutan la vida o porque están demasiado preocupadas por el
futuro, o porque no han logrado liberarse de su pasado; tienen un presente
empañado por ansiedad del mañana o por la tristeza, la ira o la culpa del ayer.
No está mal
planear el futuro, al contrario, las metas y los sueños son saludables, la
ilusión y la esperanza son los motores más potentes para darle sentido a la
existencia, ha sido un plan de Dios darnos la capacidad de llegar tan alto como
queramos, el problema es la ansiedad que se genera al depender de nuestras
propias fuerzas o de no tener en orden nuestras prioridades donde como
creyentes lo primero debe ser Dios y su Reino. Cuando no dependemos de Dios y/o
lo quitamos del primer lugar de nuestra vida, no podemos esperar menos que un
presente caótico y un futuro limitado por nuestras posibilidades.
Tampoco está
mal recordar el pasado siempre y cuando los recuerdos no nos roben la
tranquilidad; hay heridas en nuestro corazón que vuelven a sangrar cada vez que
en nuestros pensamientos revivimos hechos, palabras o incluso miradas que nos
lastimaron. Perdonar nos libera, libera a los demás, sana nuestra alma y nos
devuelve la capacidad de volver a amar. El perdón no es un sentimiento sino una
decisión que implica el ejercicio de la voluntad y de la obediencia al Dios que
nos perdonó y nos amó sin que lo mereciéramos. No solo se trata de perdonar el
pasado sino, además, de recordar con regularidad las cosas buenas, las alegrías
y los triunfos de antaño. Recordar lo que trajo bienestar y seguridad antes,
produce beneficios en el presente.
Cuando
permanecemos en casa de nuestro Dios, conociéndolo por medio de la oración y de
su palabra, el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra
vida. La ansiedad por el futuro se disipará, la tristeza del pasado se sanará y
la paz abrazará nuestro presente. Oración.
«Padre
Celestial, tu palabra restaura mi pasado, me da seguridad y esperanza del
futuro pues me permite vivir con ilusión y tranquilidad el presente. Te ruego
que tu palabra sea mi pan de cada día. Amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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