La humildad,
un arma poderosa
“Pues,
aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo.” 2 Corintios 10: 3-5
Los
creyentes estamos en una constante lucha espiritual. Imaginemos que la mente es
como una cancha de fútbol donde dos equipos opuestos se disputan el control del
balón. Por un lado, nuestra carne y por el otro el Espíritu de Dios, el balón
viene a ser nuestra voluntad. El apóstol Pablo reconoce en los versículos
anteriores que nuestra condición en esta vida presente es “en la carne” (vs 3)
lo cual nos conduce a fallar con frecuencia, sin embargo nuestro modo de
proceder no debe ser “según la carne” y continua explicando que esta guerra
constante en nuestra mente debe combatirse no con armas carnales, sino con las
armas espirituales que poseen el poder divino de derribar las más grandes
fortalezas también de naturaleza espiritual. Estos enemigos espirituales (el
mundo, la carne y satanás) se oponen constantemente a que hagamos la voluntad
de Dios.
La mente es
el campo de batalla, donde el enemigo ataca constantemente, pues sabe que si
puede controlar nuestros pensamientos, podrá controlar también nuestra
voluntad. Hay un enemigo poderoso y que quizás es al que Pablo se refiera en
este ocasión: La altivez (vs 5), el orgullo que avivado por nuestra carne, por
el mundo y por satanás nos lleva a ir contra el conocimiento de Dios, a dudar
sobre su palabra que es la absoluta verdad y la luz que nos salva de caer y
resbalar. El mejor antídoto para este mal es la humildad, la humildad
espiritual que nos lleva a depender por completo de Dios y que nos ubica en el
lugar que nos corresponde: unos completos mendigos de la gracia de Dios. La
humildad es el arma más poderosa porque es a través de ella que buscamos la
dirección de Dios por medio de la oración y del conocimiento de Su Palabra.
La única
manera de llevar nuestros pensamientos altivos a la obediencia a Cristo es la
dependencia total a Dios y su conocimiento. Con referencia a esto Jesús en el
sermón del monte se refiere a la humildad, como la primera puerta que nos lleva
a heredar el reino de Dios aquí en la tierra y luego en la eternidad, dice
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”
Oración
«Padre
Celestial ayúdame a caminar en humildad y dependencia de ti, necesito llevar
cautivo mi orgullo a la cruz de Jesús y derribar todos los pensamientos que me
llevan a desobedecerte. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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