La fe que
mueve montañas
“Jesús les
dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que, si tuviereis fe como
un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y
nada os será imposible.” Mateo 17: 20
Todos
nosotros hemos sido dotados por Dios con una semilla de fe en nuestro interior;
Jesús compara esa semilla con un grano de mostaza, una semilla muy pequeña,
pero con el potencial de crecer hasta transformarse en un gran árbol. Cuando
Jesús dice: si tuvieras fe como un grano de mostaza, no quiere decir que si tu
fe fuera del tamaño de un grano de mostaza, sino que si tu fe creciera de la
manera que lo hace esta pequeña semilla, entonces podríamos decirle a los
montes pásate de aquí para allá y los montes se pasarían y nada sería
imposible.
¿Cómo puede
crecer nuestra fe? El apóstol Pablo dice al respecto que: “Así que la fe es por
el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10: 17). La Biblia, que es
la palabra de Dios, es el medio que Él ha escogido para revelarse a nuestra
vida; su palabra nos permite conocerlo de forma profunda y verdadera. No es
difícil ni está lejos de nosotros, no está en el cielo ni al otro lado del mar,
su palabra es revelada a nuestro mismo corazón por el Espíritu Santo de Dios
que mora en cada creyente. Jesucristo también nos da una pista de cómo hacer crecer
la fe: “Pero este género no sale sino con oración y ayuno” (Mateo 17:21). Orar
es hablar con Dios, comunicarle con respeto y con confianza, como a un amigo,
lo que tenemos dentro: nuestros temores, nuestros sueños, nuestras
expectativas, es presentarse ante Él tal y como somos.
El
crecimiento de nuestra fe depende, entonces, de nuestra relación con el Dios de
lo imposible, de escuchar lo que Él quiere revelarnos de sí mismo por medio de
su palabra y también de mi entrega en oración y de mi comunión con su Espíritu;
entre más lo conozcamos más confiaremos en Él y en sus promesas. La semilla
sembrada en nuestro corazón, como toda semilla, necesita de tierra fértil para
desarrollarse: la palabra de Dios; y de agua para crecer y hacerse fuerte: la
oración; el resultado de esto serán unas raíces fuertes: nuestra relación con
Dios; y un fruto abundante: una fe que mueve montañas. Oración.
«Padre
celestial, quiero conocerte, crecer en la fe, hacer tu voluntad y ver con mis
propios ojos todas tus maravillas y el fruto de estar en tu presencia, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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