Mas ahora mis ojos te ven
“Seguid la
paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Hebreos 12: 14.
Podemos
pensar que si la santidad es un requisito para ver a Dios, entonces jamás lo
llegaremos a ver; pensamos que ser santos tiene que ver con duros sacrificios,
vidas abnegadas, altruismo, templos, abstinencia sexual, etc; nos han pintado
tan imposible y abrumadora la santidad, que nadie la desea ni la tiene como una
meta, lo cierto es que este concepto es erróneo, la palabra santidad,
bíblicamente, se refiere a que Dios en su infinita misericordia decidió
apartarnos para Él para que fuésemos sus hijos y Él nuestro Padre, a pesar de
no merecerlo. Este plan de salvación (de apartarnos para Él, de adoptarnos como
a hijos, de perdonar nuestros pecados) lo ejecutó Jesucristo con su obra en la
cruz y el Espíritu Santo lo lleva a cabo en la vida de cada creyente. Hacernos
Santos fue la decisión de Dios, elegirnos para que pudiéramos conocerle
personalmente.
Cuando
creemos por fe en Jesucristo, somos revestidos con el Espíritu Santo, quien nos
conduce a tener una relación íntima con nuestro Creador, una relación de amor
mutuo, de sinceridad, de verdad y de esperanza, donde no hay apariencias y
somos aceptos tal y como somos, donde al confesar nuestras faltas no somos
juzgados, sino perdonados y amados para siempre. Una relación donde actuamos
por amor a un Dios bueno y misericordioso y no por culpa, ni miedo o compulsión
a su castigo.
La Biblia
cuenta que existió un hombre muy rico llamado Job, temeroso de Dios y apartado
del mal, Job tenía todo lo quería excepto una relación íntima con Dios y perdió
muchos años siguiendo una religión, un día Dios en su infinito amor le abrió
los ojos para que lo conociera de verdad, Job dijo: “oye, te ruego, y hablaré;
te preguntaré y tú me responderás, de oídas te había oído; más ahora mis ojos
te ven”. Job 42:4. Job entendió que más que sacrificios, Dios quería una
relación con Él.
No te
conformes con oír solamente de Dios, Él te ha santificado para que ahora puedas
tener una relación íntima, real y personal de amor con él. Oración.
«Padre
amado, por mucho tiempo me he conformado con saber de ti solo lo que logro
escuchar de los demás, abre mis ojos para que te pueda conocer de forma
personal y verdadera. Quiero experimentar por mí mismo que eres mi Padre y yo
tu hijo. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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