viernes, 20 de enero de 2023

La preocupación nos enferma

 

La preocupación nos enferma


“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”. Mateo 6: 25-34.

La angustia y la preocupación prolongadas pueden terminar derrotando a los creyentes. Otros sinónimos de preocupación son: aflicción, mortificación, impaciencia, pesadumbre, anticipación, obsesión y miedo. La preocupación se manifiesta como pensamientos perturbadores que muy probablemente nunca acontecerán pero que nos atormentan constantemente. En el ámbito espiritual la preocupación evidencia falta de fe en la omnipotencia y en el amor de Dios para nuestras vidas. Los estados de preocupación permanentes alteran el equilibro interno de nuestro organismo, se liberan sustancias que de forma crónica terminan afectando nuestro sistema inmunológico haciéndonos susceptibles a enfermar, reduce nuestra capacidad de prestar atención afectando nuestra vida laboral o académica, disminuye nuestro sistema de tolerancia, volviéndonos irritables y entorpeciendo nuestras relaciones interpersonales, etc. La preocupación es una cadena de sucesos que nos agotan física y mentalmente minando nuestra fe e impidiéndonos alcanzar el buen propósito que Dios tiene con cada uno.

Por tanto, paremos de preocuparnos y humillémonos ante el Dios de lo imposible, dependiendo de Él, de sus promesas y de su provisión. Lo primero que debemos hacer es buscar su Reino y su justicia y Él se encargará de añadirnos todo lo que necesitemos.  Oración.

«Señor Jesús, ayúdame a confiar en tu buena y agradable voluntad para mi vida, toma todas mis preocupaciones, lleva todas mis cargas, que no me falte la fe para buscar tu presencia, ni la humildad para depender por completo de tu amor. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.  

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