Nuestra mirada en las cosas celestiales
“Y Jesús le
dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para
el reino de Dios” Lucas 9:62.
“El que al
viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará” Eclesiastés
11:4.
Es increíble
cómo las cosas materiales y temporales nos pueden distraer de las cosas eternas
y celestiales, que son mucho más gloriosas e importantes. En esta distracción
perdemos fuerza, tiempo, propósito y bendición anhelando cosas que se desgastan
por el uso, dejando las cosas del reino de Dios y su justicia en último lugar.
Las cosas
del mundo son como aquel oropel que brilla pero no es oro, no tiene valor, pero
nos puede entretener y adormecer; en contraste, el reino de Dios es aquel
tesoro que un hombre al encontrarlo va y vende todo lo que tiene con tal de
poseerlo (Mateo 13:44). Este tesoro invaluable, lo recibimos al creer en
Cristo, al aceptar su Palabra de verdad en nuestro corazón.
Para
disfrutar de este tesoro estamos llamados a fijar nuestra mirada en las cosas
de arriba (Colosenses 3:2), y dejar de mirar hacia atrás, hacia el pasado, esto
significa colocar como prioridad a Cristo, sus promesas y su gran amor; de esta
manera nos lo dice la escritura “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino
las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se
ven son eternas” (2 Corintios 4:18).
Esto implica
para nuestro diario vivir, seguir avanzando en el conocimiento de Cristo y su
Palabra, en persistir en aquello para lo cual fuimos llamados, como nos enseña
el apóstol Pablo en Filipenses 3:12-14:
“No que lo
haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro
asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo
mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Cristo ya
nos llamó y nos salvó, pero es nuestra vocación de vida, persistir en sus
enseñanzas para comunicar este mensaje a los perdidos. Si nosotros no
procuramos tomar del buen tesoro de nuestro corazón y usarlo para que otros
vean la gloria de Dios en nosotros, ¿cómo creerán aquellos que no conocen el
reino de Dios?
Así que
procuremos estar firmes en nuestra vocación y elección para no seguir
entretenidos en la dinámica del mundo, sino mejor estar en el ámbito del reino
de Cristo (2 Pedro 1:10). Oración.
«Padre,
quiero vivir colocando mi mirada en las cosas celestiales, no dejando que ni
los problemas, ni el pasado, ni las distracciones del mundo me desubiquen de mi
posición en Cristo Jesús. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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