Aquel día
“Era la hora
tercera cuando le crucificaron” Marcos 15:25
“en quien
tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su
gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e
inteligencia” Efesios 1:7-8
“Es
necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30
Aquel día,
en aquella hora, Cristo murió por nuestros pecados y con su sangre pagó nuestro
rescate, pues éramos esclavos del enemigo y del pecado. A partir de aquel día
todo cambió, la historia de la humanidad no fue igual, y también nuestra
historia debe cambiar si hemos aceptado el regalo maravilloso de la salvación,
creyendo en Cristo Jesús.
No fue un
día como cualquier otro, es el día más importante de todos los sucesos que han
ocurrido en el mundo entero, el hecho más trascendental, pero ¿lo es para
nosotros?
Lo que
sucedió aquel día se hace efectivo en nuestra vida cuando aceptamos a Jesús
como nuestro Señor y Salvador, cuando aceptamos que lo que ocurrió ese día
tiene que ver con cada uno de nosotros; no es simplemente traer a la memoria lo
que dice la escritura acerca de su sacrificio, sino además experimentarlo en
nuestra vida diaria, cuando hacemos lo que indica Jesús: “Y decía a todos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y
sígame” (Lucas 9:23).
A partir del
primer día que recibimos su palabra, aceptamos tres cosas: primero, que morimos
con Cristo y resucitamos con Él para nueva vida, viviendo cada día para
negarnos a nosotros mismos, es decir, dejando que nuestro “yo” mengüe para que
Cristo crezca. Segundo, haciendo morir por el Espíritu Santo las obras de la
carne y todo lo terrenal en nosotros. Y por último, tomando el compromiso de
predicar su palabra, de seguir sus pasos en servicio, anunciando el evangelio
de Jesucristo (Romanos 8:13, Colosenses 3:5-7).
Entonces,
¿estás experimentando lo que pasó aquel día?
Oración.
«Padre, ese
día todo cambió y ahora quiero que el significado de la cruz sea evidente en
mis actos, mostrando el amor que derramaste y viviendo como Cristo vivió,
gracias Señor, amén. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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