No tendrás
dioses ajenos delante de mí
“Y habló
Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la
tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de
mí” Éxodo 20:1-3.
Los diez
mandamientos están hoy en día más vigentes que nunca, en un mundo que corre los
límites morales, pero que no entiende que estos fueron entregados por Dios para
nuestra bendición y protección.
Estos
mandamientos hablan del carácter y de la santidad de Dios, y de sus justas
demandas, que aunque se resumen en amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con toda tu mente y amar a nuestro prójimo como a nosotros
mismos (Mateo 22:37-40), esto no invalida los diez mandamientos, solo muestra
su esencia, basada en el amor a Dios y a nuestro prójimo.
El primer
mandamiento claramente prohíbe tener dioses ajenos, pues Dios es el único Dios
verdadero (Isaías 45:5, Deuteronomio 4:35), tener otros dioses solo llevará a
la confusión y a la muerte, porque su poder es el engaño y la mentira, y no
pueden salvar como lo aprenderemos en el próximo devocional; en contraste Dios
es el Dios de la vida y el único que puede dar vida eterna, por esto uno de los
propósitos más grandes del Señor Jesús es: “Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”
(Juan 17:3).
Faltamos a
este primer mandamiento, cuando tenemos a Dios de último en nuestras
prioridades de la vida, cuando tenemos a otras personas o cosas por encima de
Él, o cuando somos nuestros propios dioses y vivimos a “nuestra manera” sin
tener en cuenta lo que Él es y lo que Él hace, en pocas palabras, cuando
vivimos independientemente del Altísimo y su Palabra.
Entonces,
¿hemos tenido otros dioses aparte del Dios de la Biblia? Si es así, necesitamos
ir a Cristo, por fe en él; aceptando su muerte y resurrección en nuestra vida
somos libres del juicio de un Dios santo que demanda “exclusividad” y pasamos
de muerte a vida, vida eterna, pues somos unidos a Cristo mismo. Oración.
«Señor
Jesús, gracias por salvar mi vida, pues confieso que tenía otros dioses que me
llevaban a la muerte, al dolor y no podían darme vida. Hoy quiero por medio de
la fe en ti y por tu favor inmerecido, colocarte en el primer lugar de mi vida
y que me lleves a tener una relación única e ininterrumpida con el Padre, en tu
nombre. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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