No es una
simple historia
“Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y
después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de
los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo;
después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me
apareció a mí” 1Corintios 15:3-8.
Nos hemos
acostumbrado a escuchar tantas veces que Cristo murió por nuestros pecados y
resucitó, que se nos ha vuelto como si escucháramos una simple historia
rutinaria, pero el evangelio es el anuncio del evento más trascendental e
importante que le compete a todo ser humano, pues es un anuncio de vida o
muerte. Vida eterna por medio de la fe en Cristo, o muerte espiritual al que no
cree; no porque Dios lo quiera así, pues Él no envió a su hijo a condenar al mundo
sino a salvarlo por medio de sí, pues el hombre ya estaba muerto
espiritualmente debido al pecado heredado de Adán (Juan 3:16-17, Romanos 5:12).
Así que
debiéramos estar más atentos, aplicando lo que el Señor Jesús nos enseña cuando
dice “El que tiene oídos para oír, oiga”, es decir, estando atentos y sensibles
a la Palabra de Dios que nos es anunciada, incluso por medio de este devocional
que leemos o escuchamos hoy, pues lo que se anuncia, si le prestamos atención y
lo obedecemos nos da verdadera paz, gozo y vida; una esperanza que no defrauda,
pues ya que Cristo murió y resucitó, nuestra fe nos da una esperanza cierta que
tiene dos aspectos profundos: el primero, un presente lleno de propósito
conociendo su amor, ya que Cristo murió y por tanto nuestro viejo hombre
también murió junto con él para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin
de que no sirvamos más al pecado. Y resucitó para darnos una nueva vida,
colocando su Espíritu en nosotros (Romanos 6:5-11).
El segundo
aspecto es que ya que hemos sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
tenemos la garantía de un futuro cierto, de una redención de nuestro cuerpo
mortal donde lo corruptible se vestirá de incorrupción, y esto mortal se
vestirá de inmortalidad, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es (Romanos 8:23, 1 Corintios 15:53-55, 1 Juan
3:2).
Como podemos
observar, no debemos tomar la muerte y resurrección de Cristo como algo
rutinario, porque es el mensaje más importante, profundo y vigente que sostiene
nuestra vida y nos anuncia un futuro maravilloso; no solo debemos profundizar
en su significado sino también anunciarlo a otros. Oración inicial
«Padre, te
doy gracias por la obra maravillosa que hiciste en Cristo, por darme la
salvación por medio de la fe, por esto quiero profundizar más en su significado
y experimentar diariamente el poder de la resurrección en mi vida por tu Espíritu
Santo. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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