No cometerás adulterio.
“No
cometerás adulterio” Éxodo 20:14.
El adulterio
es tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, es decir, ser infieles al
pacto matrimonial. La Palabra de Dios relaciona el adulterio y la fornicación
como pecados muy graves, que corrompen el alma y dañan profundamente nuestro
ser (Proverbios 6:32, 1 Corintios 6:18), y que además serán juzgados por Dios:
“Honroso sea en todo el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los
fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (hebreos 13:4).
En este
séptimo mandamiento, el Señor Jesucristo saca a la luz la profundidad de la
corrupción del ser humano: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón” (Mateo 5:27-28).
Esto quiere
decir que tanto el adulterio como la fornicación (sexo fuera del matrimonio),
inician en nuestro pensamiento, impulsados por nuestros malos deseos que
inician por una mirada de codicia; estos malos deseos desbordados dan a luz los
actos pecaminosos, y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. (Santiago
1:14-15).
Si como dice
la escritura “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es
vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23)”, podemos ver por
tanto, que necesitamos que nuestro viejo hombre, lleno de malos deseos sea
crucificado juntamente con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado, pues así como Cristo murió y resucitó,
nosotros, de la misma manera debemos considerarnos muertos al pecado pero
también en nueva vida, que Dios nos dio por la fe en Cristo Jesús, para que
como resultado de apropiarnos de lo que hizo Cristo por nosotros de ninguna
manera reine el pecado en nuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcamos en
sus concupiscencias (Romanos 6:5, 11-12).
El adulterio
y la fornicación destruyen y esclavizan, pero Cristo libera y da vida eterna,
necesitamos por tanto arrepentirnos de este pecado destructor e ir a la cruz
para recibir su favor inmerecido, para que por el poder de su Espíritu Santo
seamos vivificados para hacer lo que agrada a Dios. Oración.
«Padre,
coloca pureza en mi corazón, coloca el pensamiento puro de Cristo en mi mente y
el mismo sentir de sacrificio y amor, para vivir en santidad y mirar con el
mismo amor con el que miraba Jesús. Amén».
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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