¿Estoy dando de lo que Dios me ha dado?
“No
juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad,
y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y
rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os
volverán a medir (…) ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y
no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu
hermano: Hermano, ¿déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la
viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo,
y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.”,
Lucas 6:37-38,41-42
¿Estoy dando
a los demás conforme lo que Dios me ha dado? Es muy fácil responder con agrado
cuando todo va bien, es fácil amar a quiénes nos aman, tratar de forma amable a
quien con amabilidad nos trata. Sin embargo, cuán difícil es saber reaccionar
cuando la situación cambia.
Por ejemplo,
¿qué es lo que sale de nuestro corazón si nuestro esposo (a), hijos, padres,
amigos, u otra persona nos ofende? Reaccionamos conforme al perdón que Dios nos
ha dado y decimos ¡Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen! o por el
contrario, ¿respondemos con palabras ofensivas, guardamos resentimiento y los
ignoramos? O peor aún, ¿nos quedamos callados porque no queremos decir “nada
hiriente” pero por dentro; en nuestra mente y corazón; estamos diciendo lo que
en voz alta no debemos?
Es claro que
ante estas circunstancias la mayor parte del tiempo no reaccionamos conforme lo
que la palabra nos enseña, pues al analizar nuestro actuar vemos que es nuestro
orgullo por quien nos dejamos dominar; pues es quien se levanta en contra de lo
manifestado por Dios y nos impulsa a victimizarnos; a persistir en la rabia, en
la tristeza y el dolor que causó la ofensa; a rebeldizarnos; a juzgarlos y aún
a querer castigarlos.
Ahora,
¿reaccionamos igual cuando nosotros somos los que cometen la ofensa? Acaso
¿anhelamos que nuestra familia, amigos y demás seres queridos nos midan con la
misma vara con la que medimos? O, por el contrario, ¿queremos ser tratados con
gentileza?
Como vemos,
en esta situación se cumple lo que la palabra nos dice, intentamos sacar la
paja que hay en el ojo de nuestro prójimo, pero bajo la severidad, bajo la
fuerza; y nos hemos olvidado que en nuestro propio ojo hay una gran viga que es
la que nos está impidiendo ver a los demás bajo la lupa del amor de Dios.
Hermanos,
hemos sido llamados para dar de lo mismo que nuestro Señor Jesucristo nos dio;
amor, perdón, paciencia, benignidad, bondad, misericordia; pero también para
tratar a los demás como queremos ser tratados (Lucas 6:31). Oración.
«Padre, tú
me has dado amor, has sido misericordioso conmigo y por eso te alabo, porque no
me has tratado conforme mis actos sino conforme a tu gracia y bondad. Perdóname
Señor porque de eso tan abundante que me has dado yo no he sabido manifestar.
Quiero ser como tú, pues tú hablas con bondad, tratas con benignidad y llevas
en todo momento paz. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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