jueves, 2 de junio de 2022

Conociendo a Dios por su palabra

 


Conociendo a Dios por su palabra

“Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas (…) Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” Lucas 2:46-47,52.

Las Escrituras nos revelan cómo Jesús, aun desde su niñez, dedicaba tiempo no solo a la oración, sino también al aprendizaje de la palabra, pues le vemos aquí en el evangelio de Lucas buscando intencionalmente el fortalecer de manera correcta su relación con el Padre. Búsqueda que claramente lo condujo a crecer en sabiduría y gracia para con Dios y los hombres.

Es así que con su ejemplo se nos quiere motivar a que, al igual que Él, veamos como una prioridad el escudriñar (a cualquier edad) su palabra, pues ¿cómo creceremos, al igual que Jesús, en sabiduría y gracia delante de Dios si no le conocemos?

Cuando se habla de conocer no se refiere al hecho de saber que existe Dios, sino a todo lo que esto implica; y es que el conocer involucra una intimidad, una relación de amistad. Por ejemplo, no podemos decir que a “x” o “y” persona la conocemos sin haberle dedicado tiempo para interactuar, para oírle y hablar con ella. De la misma manera sucede en nuestra relación con Dios, pues no podemos decir que le conocemos si no pasamos tiempo de calidad con Él, si no hablamos con nuestro Padre a través de la oración y si no le oímos cuando nos habla por medio de su Santo Espíritu al escudriñar su palabra

¿Y por qué todo esto es importante? Porque al no hacerlo estaremos dando paso a que en nuestra mente se arraiguen conceptos erróneos de quién es Dios, qué hace, que le agrada a Él, entre otros, tal como le aconteció a los fariseos y doctores de la ley en el tiempo de Jesús, pues ellos creían conocer a Dios al haberse dedicado por años a estudiar la Ley, pero verdaderamente ¿le conocían? Por supuesto que no y lo podemos comprobar porque fueron ellos aquellos que rechazaron a Cristo, a sus palabras, sus enseñanzas y terminaron pidiendo que el Señor fuese crucificado. En ellos se muestra claramente el vivo ejemplo de lo que nos dice Mateo 7:21-23a “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí”. Y es que aquellos que se acercan a Dios solo pensando que para conocerlo basta con tener información bíblica en sus mentes, están viviendo de forma errada; pues si hay algo que el Señor quiere son personas comprometidas con Él, que estén dispuestas a sumergirse en su amor, a relacionarse diaria y permanentemente con Él, pero sobre todo a que guarden sus palabras, no de forma intelectual, sino de manera experiencial, tal como lo hizo nuestro Señor Jesús.

Hoy nuestro Padre Celestial nos está exhortando hacia la importancia de conocerlo en intimidad y si estamos dispuestos a hacerlo, como lo hizo Jesús, nos regala esta promesa: “Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.” (Proverbios 2:1-6).  Oración.

Padre, llévame a comprender cuán importante es meditar en tu palabra; la has dejado a mi alcance para que yo realmente te conozca. Gracias porque cuando me dispongo a escudriñar tus Escrituras no estoy solo, pues es tu Santo Espíritu quien me enseña y me lleva a experimentar lo que dice el salmista: que mis acciones sean un reflejo de tus decretos y que tu palabra sea un deleite diario para mi alma. En el nombre de Jesús, amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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