¿Cómo está
tu corazón?
“Examíname,
oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay
en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Salmos 139:23-24
¿Cómo está
tu corazón? Probablemente esta pregunta te llevará a pensar en el estado o la
condición física de tu órgano. Dirás: no he sentido ningún dolor extraño, no
sufro de arritmias cardiacas, he visitado a mi médico regularmente y todo se
encuentra bien. Y aunque externamente nuestro corazón se encuentre sano, no es
esto a lo que la palabra de Dios nos está llevando a meditar. En realidad, la
pregunta que se nos está haciendo es: ¿Cómo está tu corazón internamente? En
ese lugar donde ni los médicos, ni tú mismo puedes llegar. Ahí, donde solo Dios
puede entrar y explorar a cabalidad.
¿Qué crees
que encuentra el Señor allí? ¿Amor, gozo, paz, bondad, mansedumbre? O por el
contrario ¿adulterio, fornicación, envidia, celos? En el Antiguo Testamento
podemos ver que los fariseos pensaban, como muchos hoy en día, que sus
corazones eran rectos delante de Dios, pero al ser examinados por Jesús, se
ponía al descubierto la maldad que había en su ser “y conociendo Jesús los
pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?” Mateo
9:4 De continuo en ellos había maldad, y el mayor problema que tenían era su
falta de capacidad de reconocer que eran pecadores y que necesitaban del Señor
para poder ser sanos. Y es que esto mismo nos puede estar pasando a ti y a mí,
nos diagnosticamos como personas con corazones sanos, creyendo que tenemos la
autoridad para poder hacerlo, pero si observamos el salmo 139:23 podemos ver
que el único capaz de determinar el estado actual de nuestro corazón, solo es
Dios. Porque Él es el único capaz de escudriñar lo profundo de nuestros
pensamientos, de nuestro ser y ver si en nosotros existe algún tipo de maldad.
Y así como Él es el único especialista que puede dar un diagnóstico, también es
el único que nos puede recetar la medicina correcta para nuestro mal. ¿Y cuál
es la receta? Proverbios 3:1,7-8 “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu
corazón guarde mis mandamientos; … No seas sabio en tu propia opinión; teme a
Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para
tus huesos”. La clave está en:
– No
olvidarnos de su ley (escudriñar de día y de noche las escrituras)
– Guardar
sus mandamientos (obedecer)
– No ser
sabios en nuestra propia opinión (oración)
– Temer a
Jehová (respetar su autoridad)
– Apartarnos
del mal (dejarnos guiar por nuestro ayudador, el Espíritu Santo de Dios)
Si hacemos
esto entonces podremos decir que nuestro corazón se encuentra bien, pero
primero, necesitamos reconocer que no podemos solos, pues “Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos” Mateo 9:12b. En ti y en mi debe estar
el anhelar permanecer con el Médico de médicos, Dios.
En David,
Dios encontró un corazón conforme al suyo (Hechos 13:22); en Abraham, uno lleno
de obediencia (hebreos 11:8); en Job uno perfecto, recto, temeroso de Dios y
apartado del mal (Job 1:1) ¿y en nosotros qué tipo de corazón encontrará el
Señor? Oración.
«Señor, tú
me conoces por completo y nada puedo ocultar delante de ti, hoy me postro en tu
presencia y te pido examines mi corazón y me permitas conocer lo que atesoro en
él porque quiero tener un corazón limpio, que te agrade. Te lo pido en el
Poderoso nombre de Jesús. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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