Una fe que mueve montañas. Parte 1
“Porque de
cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el
mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que
diga le será hecho.” Marcos 11:23
Las montañas
representan las dificultades, los imposibles, aquello que vemos tan grande, que
percibimos imposible en nuestra humanidad, pero Dios en su divinidad, no lo
percibe así, para Él no hay nada imposible (Lucas 1:37). Acerca de esta fe que
mueve montañas Jesús nos enseña dos cosas: Dijere y no dudare en su corazón.
Dijere se
refiere a lo que declaramos, pero no debemos entender mal creyendo que lo que
declaremos será hecho, sino que cuando declaramos la verdad de Dios, la verdad
de su Palabra, en cualquier situación y creemos, conforme a su voluntad, será
hecho.
Y no dudare,
habla de dejar toda incredulidad, y mejor entender que aquello en lo que
debemos fijar la mirada para tener seguridad, el objeto de nuestra fe, es
Cristo mismo; porque muchas veces ponemos la mirada en cosas temporales y
dudamos ante las circunstancias difíciles, porque claramente hemos colocado
nuestra mirada en la tormenta y no en el Dios que la puede calmar. En este
punto se trata de pedir con fe, conforme a la seguridad y garantía de sus
promesas, no dudando de aquel que las hizo (Santiago 1:6) y considerando que
poderoso es Dios para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros (Efesios 3:20). Oración.
«Padre,
guíame a tener una fe que mueva las montañas de las dificultades y las quite de
en medio, para mostrar tu gloria en mi vida, pues tienes el control y para ti
no hay nada imposible. Te entrego Señor mi corazón para que quites toda duda y
lo llenes de la convicción que solo tu Espíritu nos da. En el nombre de Jesús,
amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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