La gracia de Cristo y la libertad de la condenación.
“Porque
ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se
han sujetado a la justicia de Dios;” Romanos 10:3
“Porque
todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues
escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas
escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” Gálatas 3:10
El evangelio
no trata sobre el comportamiento correcto, sino sobre la creencia correcta, que
produce un comportamiento correcto.
La ley es
santa y el mandamiento es santo, justo y bueno. (Romanos 7:12), pero debido a
nuestra naturaleza de pecado, a nuestra tendencia a pecar, no podemos
cumplirla, aún si nos propusiéramos hacerlo; pero fallaría quien guardare toda
la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. (Santiago 2:10).
Sin embargo, debemos estudiar, enseñar y entender cuál es el propósito de la
ley, y claro que debemos cumplirla, pero no en nuestra fuerza, sino por amor;
nuestra obediencia es la respuesta a la gracia y al amor derramado en nuestro
corazón. (Mateo 5:19)
Si no
podemos, debido a nuestra naturaleza, cumplir el mandamiento justo de Dios,
entonces somos condenados y viene sobre nosotros la maldición, (Deuteronomio
11:26-27, Deuteronomio 28:15-20). Entonces la ley de Dios, nos revela nuestra
condición real y nuestra necesidad urgente de un Salvador, de alguien que nos
redima; por esto, Cristo no vino a derogar la ley sino a cumplirla (Mateo
5:17), cuando nuestro Señor muere en la cruz, anula el acta de decretos que
estaba en nuestra contra y reclamaba nuestra muerte por ser culpables debido a
nuestros delitos y pecados, (Colosenses 2:14) y se hace maldición por nosotros
como nos explica claramente la escritura: “Cristo nos redimió de la maldición
de la ley, hecho por nosotros maldición porque está escrito: Maldito todo el
que es colgado en un madero,” (Gálatas 3:13).
Entonces
debemos entender que la ley exige santidad, que ahora la gracia de Cristo
provee para nosotros, para que podamos ser santos como Dios es santo (1 Pedro
1:16) y la ley demanda justicia ante el pecado que la gracia de Cristo nos
ofrece gratuitamente, el don de justicia por medio de la fe: “porque el fin de
la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4). Por lo
tanto, si somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención
que es en Cristo Jesús, (Romanos 3:24), tenemos paz con Dios y somos libres, no
para usar la libertad para pecar, sino para vencer el pecado, para no
practicarlo más, porque hemos muerto juntamente con Cristo y si el viejo hombre
fue muerto, el pecado no tiene poder sobre nosotros, precisamente porque no
estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romanos 6:14).
Hermanos, la
misma gracia que nos salvó, es ahora la misma gracia que nos sostiene para que
el pecado no domine en nuestra vida, y podamos vivir vidas santas y agradables
a Dios, haciendo su voluntad. Entender el mensaje de gracia del evangelio de
Cristo, lo cambia todo, porque no podemos procurar colocar nuestra propia
justicia, sino ser hallados en Cristo por medio de la fe, como el Espíritu
revela a Pablo, el cual fue un hombre que inicialmente vivía en la ley: “y ser
hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que
es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;” (Filipenses
3:9). Clamo a Dios, que meditemos en estas enseñanzas y nos sea revelado este
conocimiento para vivir vidas libres de condenación y vidas santas como
consecuencia de recibir el gran amor de Dios que ha sido derramado en nuestro
corazón por el Espíritu Santo. Oración
«Padre, por
la fe en tu hijo Jesús me has rescatado para ser verdaderamente libre, quiero
entender profundamente toda la dimensión de la gracia que has derramado en mí,
para ser sostenido y que el pecado no tenga dominio sobre mí. En el nombre de
Jesús, mi Redentor. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario