El amor de
Dios en el Espíritu Santo
“Así que, exaltado por la diestra de D
ios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.”, Hechos 2:33
“y la
esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”, Romanos 5:5
Luego de que
Jesús subió a la diestra de Dios, cumple su promesa, cuando dijo en Juan 14:16:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre:”, así que todos los que hemos creído en Jesús, hemos recibido
esta esperanza firme y segura del Espíritu Santo, que hace real y viva nuestra
identidad con Cristo, pues el Padre derramó el mismo Espíritu de su Hijo en
nosotros: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu
de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6). Es decir, si ahora
podemos acercarnos libremente y tener una relación con el Padre, es porque el
Hijo habita en nosotros por medio del Espíritu Santo, no solo para decirle
“Papito” sino también para vivir en obediencia, tal y como Jesús lo hizo cuando
vino a la tierra a morir por nosotros; recordemos que Él fue obediente hasta la
muerte y muerte de cruz (Filipenses 2:8).
Pero el
hecho práctico y vivencial que debemos experimentar día a día, que demuestra la
presencia del Espíritu de Dios en nosotros y nuestra obediencia, es la comunión
con el Padre y el Hijo, manifestada en el amor a nuestros hermanos, porque
Cristo oró pidiendo que fuéramos uno, tal como Él lo es con el Padre, que
tuviéramos perfección en la unidad para que el mundo conozca a Jesús por medio
del vínculo perfecto que tienen sus discípulos (Juan 17:21-23).
Y el vínculo
perfecto de su amor, es el camino de excelencia espiritual y moral que tenemos
hoy en nosotros, que podemos expresar hacia los demás en paciencia, bondad,
dejando toda envidia, jactancia y orgullo. No haciendo nada indebido, ni
actuando con egoísmo, no enojándonos fácilmente, ni guardando rencor. No
gozándonos de la injusticia, sino regocijándonos de la verdad. Que este amor
que todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, se manifieste
abundantemente de nosotros hacia nuestro prójimo, fluyendo constantemente,
gracias a que habita en nuestro corazón el Espíritu de Dios. (1 Corintios
13:4-7).
Podemos
empezar a practicar el amor al prójimo y a nuestros hermanos, de manera
inmediata, práctica y notoria, porque nos ha sido provisto por Dios la
capacidad para hacerlo, ¿y tú, ya comenzaste a caminar por este camino de
excelencia? Oración.
«Padre, me
has amado con amor eterno y por la gracia de Cristo, derramaste en mi corazón
el Espíritu de la promesa, para que ahora pueda vivir en comunión con mis
hermanos y llevando el verdadero amor a mi prójimo. Te ruego que tu amor me
impulse cada día a andar este camino de excelencia y plenitud, en Cristo Jesús.
Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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