El verdadero
arrepentimiento
“Pedro les
dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”, Hechos
2:38.
“Después que
Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de
Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio”, Marcos 1:14-15.
“Pero Dios,
que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos)”, Efesios 2:4-5.
El
arrepentimiento genuino es creer que Jesús murió por mis pecados, pues surge
como una respuesta a la gracia y el amor de Dios, y no como un esfuerzo humano
para ganarse la salvación.
La Palabra
griega “metanoéo”, traducida para arrepentimiento, alude a un cambio de la
manera de pensar, que solo puede ser afectada o impactada por lo que creemos.
Si cambiamos lo que creemos, cambiaremos efectivamente lo que pensamos, lo que
decimos y como consecuencia lo que hacemos. Pero esta creencia impactante y
transformadora no es en un asunto humano, sino en la persona misma de
Jesucristo, quien promete lo siguiente: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección
y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25), y
también afirma contundentemente: ”El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de
recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo,
porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:38-39).
Dios nos
muestra nuestro pecado, nuestra verdadera naturaleza interior mediante su ley
santa y pura (Romanos 7:7), pero nos tiende su mano de gracia ante nuestra
incapacidad de obedecer sus mandamientos, pues al no hacerlo, como Juez Justo,
debe condenarnos, pero cuando colocamos nuestra fe en Él, somos salvados, somos
santificados (apartados), somos limpiados y somos justificados (1 Corintios
6:11). El buen Pastor vino por nosotros, por las ovejas perdidas, si no es así,
¿qué diferencia habría con las religiones creadas por el hombre basadas en el
esfuerzo humano y las obras? El siguiente hermoso pasaje nos aclara incluso más
esta verdad fundamental: “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será
justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del
pecado” (Romanos 3:20). No es algo que nosotros hacemos, es alguien en el que
creemos, Jesús, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos (1 Timoteo 2:6).
En respuesta
a este amor, somos impulsados por tan inmenso favor inmerecido a amarle, a
obedecerle, a vivir para agradarle y sobre todo a hacer morir la obras de la
naturaleza pecaminosa mediante el Espíritu que mora en cada verdadero creyente
(Romanos 8:13). Y tú ¿has cambiado tu manera de pensar? Si tú has creído, estás
llamado a orar por otros y a anunciar el evangelio de la gracia de Dios, como
dice 2 Timoteo 2:25: «Instruyendo con mansedumbre a los que resisten, por si
quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad». Oración.
«Padre, me
acerco a la cruz a depositar toda mi confianza en Cristo y en su obra de amor,
sé que murió en sustitución mía y resucitó para darme vida eterna juntamente
con Él, ahora soy tuyo y estoy unido a Cristo, para gloria de tu nombre. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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