Despojarse.
Parte 2
“En cuanto a
la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad”, Efesios 4:22-24.
Estamos
llamados a soltar aquellas cosas que no le dan la gloria a Dios, incluso
despojarnos de aquellas cosas que parecen estar en nuestro control.
Esto implica
despojarnos del viejo hombre, con su pasada manera de vivir (aquellas
costumbres o hábitos que practicábamos cuando no conocíamos a Cristo), y
colocarnos el nuevo ropaje tejido o conformado de tres partes: la verdad, la
justicia y la santidad. Reflexionemos en cada uno de ellos enfatizando en cómo
me ayudan a despojarme y a descansar en la plenitud de Cristo:
Verdad: si
no andamos en la verdad, que es Cristo mismo, nuestra vida es una carga. La
verdad libera (Juan 8:32), y esto implica revisar nuestros pensamientos o sobre
todo las ideas que tenemos de algo o alguien, primero acerca de Dios a través
de la escritura, debemos tener claro quien es Dios y lo que Él hace, pues si
tenemos una idea equivocada de Dios o esta es basada en las costumbres del
mundo y no en la escritura, no vamos a confiar en Él. Conocer sus atributos nos
debe llevar a confiar plenamente y a descansar. ¿Confiarías en alguien al que
no conoces? ¿Darías tu carga a alguien que no puede hacer nada por ti o que no
tiene ningún poder para transformar tu vida? ¿Le darías tu carga a alguien que
no puede cargarla?
Justicia: no
solamente se trata de dejar actos de injusticia (laborales, personales,
familiares), sino también entender plenamente y tomar para nosotros la
declaración más importante de un cristiano: “Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
él” (2 Corintios 5:21). Si aceptamos que somos la justicia de Dios en Cristo,
cae toda condenación, puesto que la condenación es el peso más aplastante que
podemos experimentar en nuestra vida.
Santidad: no
se trata de parecer, ni del lugar, ni tampoco de lo que visto o me alimento, la
santidad es lo que yo soy gracias a la santidad de Cristo, Él me limpio con su
sangre para que yo tuviera: limpieza de pensamiento, pureza de corazón e
integridad de conducta. Si Él ya me limpió, me santificó, como dice 1 Corintios
6:11: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido
santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por
el Espíritu de nuestro Dios”, entonces ya no tengo que cargar el peso de tratar
de ser bueno o con la religiosidad sino el vivir en la libertad que Cristo me
dio, pero no como excusa para los deseos de la carne sino para agradar a Dios y
para servir a lo demás. Oración.
«Hoy me
despojo del viejo hombre y me visto con las vestiduras que me has dado de
verdad, justicia y santidad por la gracia de Cristo, para poder reflejar tu
gloria Señor y resplandecer el amor de Cristo a través de mi vida. Gracias Padre,
en el nombre de Jesús. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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