Aquel día, en aquella hora
“El primer
día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús,
diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?” Mateo
26:17
“Y desde la
hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de
la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani?
Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que
estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno
de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña,
le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.” Mateo
27:45-50
Aquel día se
terminó nuestra esclavitud; aquel día, en aquella hora, el más bello grito de
amor se escuchó y fuimos rescatados del maligno, perdonados y justificados
(Marcos 15:37, Lucas 23:44-46).
La hora
primera del día, según el horario del pueblo judío relatado en las escrituras,
son las 6 de la mañana y, por tanto, la hora novena son las tres de la tarde.
Jesús murió
a las 3 p.m., cumpliendo así lo que estaba predispuesto: “Y lo guardaréis hasta
el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de
Israel entre las dos tardes” (Éxodo 12:6); también en Levítico 23:5 está
descrito el día y el horario de muerte del cordero. La expresión «entre las dos
tardes», que en hebreo se traduce como «ben ha’arbayim», se refiere a la parte
del día que comienza aproximadamente a la mitad de la tarde, alrededor de la
hora novena (aproximadamente las 3 p.m.), y continúa hasta el atardecer.
Jesús fue el
cordero inmolado, el cordero pascual, que murió por nuestros pecados en esa
hora, como lo confirma Apocalipsis 5:12: “que decían a gran voz: El Cordero que
fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la
fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”.
Fue
derrotado quien tenía el imperio de la muerte (hebreos 2:14); fuimos rescatados
de nuestros delitos y pecados; se nos dio una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos, y solo mediante la fe en
Jesús tenemos acceso para que se haga efectivo en nosotros, en el tiempo presente,
lo que ocurrió en aquel día, en aquella hora (1 Pedro 1:4-5). Oración.
«Gracias
Padre porque hubo un día en mi historia que me ofreciste la oportunidad de que
el sacrificio de Jesús se hiciera una verdad en mí por medio de la fe; gracias
por salvarme y sacarme de la oscuridad a la luz verdadera en Cristo Jesús,
amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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