En Cristo no hay vacilación, tampoco en sus promesas
“Porque el
Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros,
por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; más ha sido Sí en él; porque
todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros,
para la gloria de Dios. Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que
nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del
Espíritu en nuestros corazones”. 2 corintios 1:19-22
Jesús es el
cumplimiento de todas las promesas del Antiguo Testamento, la misión que llevó
a cabo en esta tierra, terminó con el establecimiento de la iglesia cristiana.
Dios, a través de su Hijo, ofrece la obra redentora a todos los hombres y la
parte que nos corresponde es aceptarla. El “si” es de Dios y el “amén” es de
nosotros. Es la manera en que aceptamos o estamos de acuerdo con lo que Jesús
hizo por la humanidad. Cuando decimos amén, estamos resaltando el cumplimiento
de las promesas en el hablar y en el actuar, enalteciendo a Cristo.
Porque en
Cristo es la consumación de todas las promesas de Dios porque es la suma y la
sustancia de ellas. Y que como creyentes decimos “amén” en respuesta a Dios.
El propósito
del Dios Trino, no es darnos un credo, sino que expresemos la fe y la
experiencia sobre la cual se basa la doctrina, que Padre, Hijo y Espíritu Santo
participan de la obra redentora. Dios nos ha ungido y nos ha sellado
identificándonos con Él. Es una garantía del pago por adelantado en señal de
prenda, somos pertenencia suya, esto destaca la seguridad de una relación
inquebrantable de Dios con nosotros, que va más allá de la vida terrenal, hasta
la eternidad.
El Espíritu
Santo garantiza nuestra salvación y todo lo que recibiremos con el regreso de
Cristo, como dice Efesios 1:13-14 “En él también vosotros, habiendo oído la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de
nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de
su gloria”.
El consuelo
del Espíritu Santo es como el adelanto o anticipo en esta vida terrenal, de
todo lo que tendremos en la vida eterna en la presencia de Dios. Su compromiso
divino es completar su obra en nosotros, confirmando el “Si” que representa Jesús.
Entonces
¿por qué temer? Si nuestro destino con Cristo ya está asegurado, vivamos ahora
para Él, permitiendo que todas sus promesas se cumplan en nuestras vidas para
la gloria de Dios. Oración.
«Gracias
Jesús, porque en ti no hay vacilación, todas las promesas en ti son sí y amén,
para la gloria de Dios. Esto trae la seguridad a mi corazón de que con tu obra
redentora soy salvo y me has marcado con el sello del Espíritu Santo para el
día de tu regreso, cuando podré gozar de la plenitud de tu presencia. Esto
quita todo miedo al futuro, el saber que te pertenezco y que volverás para
llevarme a tu gloria eterna. En el nombre de Jesús. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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