Conocer a Dios y tener vida eterna
“como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida
eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a
ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Juan 17:2-3
Conocer a Dios no es algo que se realice de manera
intelectual y literaria, conocer a Dios solo es posible por la revelación del
Espíritu Santo y cuando tenemos una relación personal e íntima con Él por medio
de su Hijo. La Palabra de Dios en Juan 14:6 declara que nadie va o puede
acercarse a Dios, sino sólo mediante su Hijo a quien Él envió. De modo que, el
primer paso para conocer a Dios es creer en su Hijo Jesucristo, pues una vez
hecho esto, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros para revelarnos lo
grande y profundo de Dios (Efesios 1:13, 1 Corintios 2:10).
Ahora bien, la autoridad o el derecho que Dios le dio a su
Hijo es el de dar vida eterna a todos los que en Él creen, y como dice el
versículo de hoy, la vida eterna se trata de conocer a Dios y a su enviado,
para lo cual es necesario creer lo que Jesús nos dice, porque sus palabras no
son suyas, sino que el Padre se las dio (Juan 17:7-8).
De modo que, si anhelas gozar de esta vida eterna, Jesucristo
es el camino, confía en Él y escudriña las sagradas escrituras pidiéndole a
Dios que en la comunión del Espíritu Santo, te permita conocerlo mucho más,
pues Jesús mismo dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece
que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;”
(Juan 5:39)
Finalmente, la Palabra de Dios en 1 Juan 5:1a dice “Todo
aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios;” y “Sabemos que todo
aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado,”(1 Juan 5:18a), de manera
que, una evidencia contundente en tu vida de que verdaderamente conoces a Dios
y gozas de vida eterna es que permanezcas en su amor sin practicar el pecado. Oración.
«Padre Santo, que la vida eterna que me has dado por la fe en
tu Hijo Jesucristo se refleje en una conducta que no practique el pecado, pues
anhelo que el conocimiento que me das de ti y de tu Hijo sea en el poder de tu
Espíritu, amén.
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