Con los ojos de la fe
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7
¿Cuántas veces hemos tenido que enfrentar dificultades o
pruebas que a nuestros ojos físicos parecen imposibles de superar?
Seguramente han sido no pocas, y si miramos atrás la manera
en que las enfrentamos nos vamos a dar cuenta de una diferencia vital, o lo
hicimos en nuestras fuerzas, o las superamos en el poder de Dios.
Como creyentes, por la gracia de Dios tenemos dos opciones, o
vemos la vida con nuestros ojos físicos o lo hacemos con los ojos de la fe, o
vivimos nuestra vida en nuestras fuerzas o lo hacemos en el poder del Espíritu,
y lo que el Señor nos dice es: “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu
descendencia;”, “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz.” (Deuteronomio 30:19, Romanos 8:6).
De manera que si tú hoy, independientemente de las decisiones
de tu pasado, eliges como principio de vida, vivir por fe, Hebreos 11:6 nos
revela: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el
que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan.” Hemos de estar completamente seguros y convencidos de que Dios siempre
está presente y recompensa a los que le buscamos de corazón. Por esto, la
invitación de hoy a través de Filipenses 4:6-7 es a que en cada situación
difícil o aparentemente imposible, nos acerquemos a Dios en el secreto de la
oración y nos ocupemos del Espíritu, y así nuestra mente y corazón será
guardada en aquel que nos da la fe para creer que no hay nada imposible para
Él. Oración.
«Padre, gracias por tu amor y fidelidad conmigo en
Jesucristo; gracias Dios por enseñarme tu verdad y revelarte a mí por medio de
Cristo; te alabo y te bendigo porque toda buena dádiva y todo don perfecto me
lo das gracias a la obra de tu Hijo Jesucristo, enséñame, por tanto, a esperar
en ti teniendo mis ojos puestos en Cristo, amén.
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