Incomódame
“Después
partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom;
y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra
Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto?
Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan
liviano.” Números 21:4-5
Cuán molesto
le resulta al ser humano el ser movido de la comodidad, ¿lo has notado? En lo
personal lo he experimentado, y lo recordé cuando estuve observando a una jóven
que realizaba terapia física a mi lado; ella tenía la movilidad reducida en el
brazo y pierna izquierda, y pude notar que cada vez que le asignaban un
ejercicio que incentivaba su movilidad no lo realizaba bien, sino de afán,
porque su enfoque no estaba en su recuperación, sino en que afuera había
alguien que la estaba esperando; ella sabía que necesitaba esos ejercicios pero
quería irse sin importar lo que eso significara, y pensé: yo no estoy lejos de
su ejemplo, pues en estos momentos Dios está queriendo moverme de mi “comodidad
espiritual” y yo no he querido avanzar más. Y esto mismo me recordaba el
Espíritu Santo que le pasó al pueblo de Israel, quienes preferían quedarse
estancados en su esclavitud que avanzar hacia la libertad.
Descubrí que
el problema radica en que cuando nos sentimos cómodos en algún lugar, tendemos
a depender después de un tiempo, solamente de nuestros propios esfuerzos o años
de experiencia que hayamos adquirido, pero con un reto nuevo llega la ansiedad
y no sabemos si podremos manejarlo porque nos lanzamos hacia algo desconocido
en lo cual ya no tenemos el control. El pueblo de Israel, por ejemplo, ya sabía
lo que tenía que hacer en esclavitud, pero el depender de Dios en el desierto
era incierto, pues ya no dependía de ellos sino de la voluntad de Dios.
Hay que
admitir que nos cuesta soltarle el timón al Señor, porque tenemos el concepto
de: “yo sí sé, tú no”, pero si entendiéramos lo que dice la palabra: que sus
caminos y pensamientos son más altos que los nuestros, y que Dios nos llevará a
ver cosas grandes y ocultas que nosotros no conocemos, entonces confiaríamos
más en el Señor y diríamos: “¡Incomódame!” porque no quiero pensar que esto que
estoy haciendo es por mi habilidad sino por tu gracia y para tu gloria. Oración.
«Padre, sé
que me cuesta asumir esos nuevos retos y tareas que me has puesto porque me he
estado acostumbrando a resolver las cosas en mi capacidad, pero quiero
verdaderamente aprender a depender, hasta en lo más mínimo, de ti. Amen. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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