Como aves de
paso
“Conforme a la fe murieron todos éstos sin hab
er recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”, Hebreos 11:13-16
Desde hace
un buen tiempo ha llamado mi atención cómo a las aves les encanta posarse sobre
un árbol seco que está ubicado frente a mi apartamento, y es que si no hubiesen
más lo entendería, pero alrededor de este hay varios árboles, frondosos y más
grandes, que pareciera no llamarles tanto la atención, entonces pensé: ¿Qué
tiene éste árbol de especial? Hasta el día de hoy no tengo la respuesta a esta
pregunta, pero déjame contarte lo que sí descubrí. Estas aves disfrutan estar
en ese lugar, pero no por largo tiempo, van de paso, por momentos muy cortos,
entonces el Espíritu Santo me llevó a meditar, así estás tú en ésta tierra, de
paso, pues sabes que tu ciudadanía es celestial (Filipenses 3:20).
El escuchar
esto me remontó a las palabras de Pablo, quien estaba en el mundo como aquellas
aves, disfrutando de la tierra (mientras estaba en ella) pero sin aferrarse.
Pero, ¿cómo la disfrutaba? Compartiendo tiempo con otros hermanos en la fe y
yendo hacia nuevas ciudades a predicar el evangelio a aquellos a quienes no
conocían a Jesús (Romanos 1:8-15), porque sabía que ellos tampoco deberían
estar aferrados a esta tierra, cuando había una nueva esperándolos en el cielo.
Con esto
entendí que aquellas aves son bastante inteligentes porque no se aferran a ese
árbol, como nosotros quizás a la tierra, sino que lo disfrutan de buena manera
mientras están en él, y luego siguen su camino porque su morada no está en ese
lugar. Hermano, al igual que aquellas aves que van de paso, ten en cuenta que
tu morada no está aquí, sino en los cielos, y a ella apuntamos llegar, pero
mientras estés en este mundo, aprende a disfrutar de buena manera, como Pablo,
este lugar: compartiendo con otros hermanos en Cristo y llevando a otros a que
conozcan, por medio de la fe, a Jesús, quien en el cielo nos ha preparado un
hogar (Juan 14:2-4). Oración.
«Padre, no
quiero aferrarme a este mundo y olvidarme de las cosas verdaderamente
importantes, las celestiales; quiero siempre tener enfocada mi mente hacia ese
supremo llamamiento que me has hecho. Amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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