En memoria de mí. ¡TERCERA VERDAD!
“Al pasar
Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos,
diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?
Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de
Dios se manifiesten en él”, Juan 9:1-3.
¿Si Dios
todo lo puede por qué permite o permitió estas situaciones en mi vida? ¿Cuántos
de nosotros también nos hemos cuestionado esto? Como es el caso del ciego de
nacimiento quien quizás llegaría a pensar lo mismo que los demás “esta ceguera
es el castigo por mi pecado, o por el de mis padres, o es la manera en la que
Dios me expresa su rechazo”. Pero aquí es necesario recordar la verdad de
Jesús, pues esta situación ha sido permitida “para que las obras de Dios se
manifiesten en él”, (Juan 9:3).
¿Piensas que
tu situación difícil fue un castigo de Dios? La respuesta es: ¡No!, como en
este caso en particular, Dios es Todopoderoso, pero también es Soberano y todo
esto lo permitió para que sus obras fueran manifestadas y para que su poder se
perfeccione en nuestra debilidad. Pero, y en otros casos, como los abusos, el
abandono, la mendicidad, etc. ¿También son permitidos por Dios? Lastimosamente
debemos tener en cuenta que cuando el hombre dio acceso al pecado en el Edén,
nos llevó a experimentar cosas que nunca debimos haber experimentado (dolor,
soledad, abandono, mendicidad, etc), pues ese no era el plan de Dios, sin
embargo, aquellas cosas que enfrentamos no tienen que ver con Dios sino con la
responsabilidad del hombre, pues al haberse alejado de Dios y persistir en el
pecado ha llegado a contaminar lo que está a su alrededor.
Dios en su
Soberanía ha permitido las consecuencias del pecado, pues Él no interfiere con
la voluntad que le ha dado al ser humano, pero pensar que Dios lo ha permitido
y se ha quedado de brazos cruzados es una gran mentira, pues observa la cruz y
mira a Jesús quien quedó irreconocible, en una sola llaga, fue escupido,
injuriado, clavado en sus manos y sus pies, derramó hasta la última gota de su
sangre, fue abandonado por sus amigos, rechazado, todo esto y más ¿a causa de
quién? De ti y de mí (víctima y victimario), porque la finalidad de la cruz era
que no muriéramos, sino que al creer en Jesús tuviéramos vida eterna, una vida
restaurada y eso fue lo que hizo Jesús por toda la humanidad, nos redimió y con
su resurrección nos ha entregado su restauración, sanidad, su amor, su
compañía, identidad, propósito, esperanza.
Oración.
«Padre,
quiero solo tener guardado en mi memoria lo que dices en tu palabra, y lo que
dices en ella es que me amas, que puedo confiar en ti porque eres bueno y
justo, pero sobre todo puedo descansar y tener la certeza de que todo está bajo
tu control y que lo que permites en mi vida lo transformas para bien. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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