Un hijo profundamente amado por Dios
“El hijo
sabio alegra al padre; más el hombre necio menosprecia a su madre”. Proverbios
15:20
“El hijo
necio es pesadumbre de su padre, y amargura a la que lo dio a luz”. Proverbios
17:25
La Biblia
tiene mucha información sobre la crianza de los hijos y de la relación entre
los padres e hijos, nuestro amor por nuestros hijos es instintivo y poderoso,
siempre queremos lo mejor para ellos. Algunos pueden traernos muchas alegrías;
pero también, pueden causarnos dolor, por eso desde temprana edad hay que
enseñarles a distinguir entre lo necio y lo sabio en los diferentes aspectos de
la vida.
Saber que
tenemos un Padre que nos ama incondicionalmente, que fue capaz de enviar a su
Hijo a dar su vida por nosotros, debe hacernos reflexionar cómo estamos
viviendo como hijos de Dios, si somos hijos sabios o necios, si estamos
trayendo alegría o tristeza a nuestros padres y al corazón de Dios.
Recordemos
que los necios alardean, mientras que los sabios hablan con moderación,
Proverbios 18:2, el necio no se complace con el entendimiento se complace en
revelar la insensatez de su corazón. La Palabra de Dios dice que hasta un necio
pasa por sabio cuando guarda silencio, Proverbios 17:28. Los sabios aman la
rectitud y la verdad, se conducen por la vida con prudencia. La forma como
vivimos, hablamos y nos comportamos dice si somos sabios o somos necios.
Por eso es
tan importante cómo nos vemos a nosotros mismos en relación con Dios, si nos
vemos como hijos de Dios profundamente amados y aceptados por Él, podemos
fortalecernos en su amor, derrotar la baja estima, la culpabilidad y la
condenación; disfrutar así, de la libertad que nos ha dado viviendo la vida en
el Espíritu, esto conduce a una vida de plenitud y paz, Romanos 8:6.
Nos
convertimos en hijos de Dios no por nuestro nacimiento físico, sino cuando
nacemos de nuevo por el Espíritu, y desde ese momento somos guiados por el
Espíritu de Dios, Romanos 8:14; no hay por lo tanto excusas para vivir
neciamente cuando hemos recibido su presencia, toda la sabiduría divina y el
dominio propio para guiar nuestras vidas. Nuestro objetivo es glorificar al
Padre con todo lo que hacemos, como dice Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos”. Podemos ser los hijos de Dios que Él
quiere que seamos.
Así como
queremos que nuestros hijos conozcan y experimenten nuestro amor y se
fortalezca nuestra relación con ellos, Dios Padre quiere que estemos seguros de
su amor y de su relación con nosotros, como lo expresa Romanos 8:16 “El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”,
seamos entonces, la alegría de nuestros padres terrenales, pero el mayor gozo y
complacencia para nuestro Padre Celestial, como lo fue Jesús, Mateo 3:17. Oración.
«Amado
Padre, no hay estatus más alto que ser tu hijo, he sido adoptado por el puro
afecto de tu voluntad, me siento amado “y privilegiado de llamarme hijo de
Dios”, de pertenecer al Creador del universo, puedo tener por medio de la
sangre de Cristo intimidad contigo y llamarte “Abba Padre”, por eso, ya no
tengo ningún temor, porque me has dado seguridad, pertenencia y la certeza de
que disfrutaré de una eternidad de amor contigo, ayúdame a ser sabio y fiel,
amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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