Sublime
gracia
“Pasando
Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de
los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió”. Mateo 9:9
“Y los
escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué
coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Respondiendo Jesús, les dijo: Los
que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido
a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”. Lucas 5:30-32
Mateo era un
recaudador de impuestos, los recaudadores eran odiados socialmente por su fama
de ladrones y embusteros. En la sociedad judía en tiempos de Jesús, un
publicano estaba en la misma clase social que una prostituta, no se le permitía
la entrada a la sinagoga e incluso se consideraba traidor de su nación por
recolectar dinero para el imperio romano.
Lo increíble
del llamamiento de Mateo es que siguió a Jesús al instante, ya tenía una
predisposición en su corazón frente al llamado y no dudó en seguirlo. Como
todos nosotros antes de conocer de Cristo, su corazón estaba lastimado por el
pecado y por el rechazo de la gente, pero encontró refugio estudiando las
Escrituras del Antiguo Testamento, esperando como muchos en ese tiempo, al
mesías prometido. Al encontrarse con Jesús no vaciló en reconocer que era el
Mesías esperado y el hecho de que lo hubiera invitado a seguirlo significaba
que era perdonado de lo que una vez fue, su conversión fue tan radical que dejó
su antigua vida para siempre. Su convicción sobre Jesús fue tan clara que
inmediatamente invitó a sus amigos publicanos a un gran banquete para que
conocieran a Jesús y poder compartir con ellos su experiencia espiritual.
Mateo es la
viva prueba de que Dios no hace acepción de personas y que Él puede usar al más
quebrantado y al más pecador, porque Jesús escoge a quien nadie mira y
transforma su vida, quizás podemos identificarnos un poco con Mateo y entender
lo que dice 1 Corintios 1:27-29 “sino que lo necio del mundo escogió Dios, para
avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a
lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para
deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”. No debemos
envanecernos sino siempre recordar de dónde nos sacó el Señor.
Esa es la
naturaleza de nuestro amado Dios, se sienta a la mesa con el más vil y
despreciado, con el más enfermo y rechazado; cosas que nunca pudieron entender
los fariseos y escribas por eso juzgaron mal a Jesús porque se sentaba a comer
con pecadores. Si te has sentido indigno de la gracia de Dios, si estás en el
fondo del abismo por el pecado y piensas que no puedes salir de ahí, mira a
Jesús, Él nos llama y escoge no por ser justos, sino por ser pecadores y todos
necesitamos de su gracia infinita, Dios quiere trabajar en nuestros corazones,
quiere perfeccionar su obra en nosotros porque Él viene a deshacerse de lo que
somos y transformarnos en lo que Él quiere que seamos, Él quiere mostrar su
gloria en cada uno de nosotros, ¡nuestro Dios es digno de toda la honra y
gloria! Oración.
«Amado
Señor, te doy gracias por lo increíblemente maravilloso que eres, porque me
amas y me aceptas como soy, gracias por tu sangre derramada en la cruz por mí,
esa gracia me alcanzó y me dice que ya no estoy sujeto al pecado, sino que soy
libre, que he sido restaurado para hablar a otros de tu inmenso amor. En el
nombre de Jesús, amén. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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