¿Reconocen otros que hemos estado con Jesús?
“Y
poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre,
habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga
acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido
sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que, en el
nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios
resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.
Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha
venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay
otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin
letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con
Jesús” Hechos 4:7-13
Un milagro
hecho por los apóstoles Pedro y Juan desató la controversia y persecución de la
iglesia; los primeros creyentes al ver a Cristo resucitado acrecentaron su fe,
de tal manera que proclamaban sin temor que la sanidad del cojo se había
realizado en el nombre y poder de Jesús, confirmando así su autoridad.
Tristemente
los primeros impedimentos contra la misión de la iglesia eran de origen
religioso interno, no de afuera. Los saduceos eran una minoría de la
aristocracia rica y de gran influencia, tanto en el templo judío como en el
gobierno; por eso les molestó mucho el milagro que se había dado, quizá, porque
esto les restaría prestigio y poder para mantener sus relaciones amistosas con
los romanos.
Eso seguirá
ocurriendo cada vez que el poder de Dios se manifieste en medio de nosotros;
así como en esa época, muchos hoy se levantan en contra de la resurrección de
Jesús, desconocen la autoridad que tiene su nombre. La palabra resurrección
sugería revolución y el establecimiento milagroso de un nuevo orden, por lo que
los saduceos concluyeron que dejar avanzar este movimiento cristiano sería un
caos, por lo cual pidieron el arresto de los discípulos del Señor.
Pero, por
muchos opositores que haya, nadie podrá quitar nuestra fe en Jesús resucitado y
reconocer su obra poderosa de transformación en nosotros, por haber creído en
su nombre. Eso fue lo que le sucedió a Pedro y Juan cuando en el Sanedrín sus
acusadores reconocían que ellos habían estado con Jesús, sabían que eran
hombres sin letras e indoctos que ahora predicaban con denuedo el evangelio.
Eso nos debe
recordar que la prueba más incontrovertible del cristianismo es la evidencia
innegable del carácter cristiano en nuestra vida, el cual hemos recibido por el
poder del Espíritu Santo. Nuestra vida es la Biblia que otros pueden leer, como
dice 2 Corintios 3:3 “siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por
nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en
tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”. Así como los apóstoles,
no podemos dejar de hablar acerca de aquellas cosas que hemos visto y oído,
determinando así que somos fieles a nuestra experiencia personal.
No sé cuánto
tiempo llevemos de vida cristiana, pero lo que hará que otros vean a Jesús en
nosotros es cuán estrechamente nos hemos relacionado con el Hijo de Dios,
cuánto hemos asimilado sus palabras, su forma de mirar a las personas, de
sentir y de hablar, además de ser llenos del Espíritu Santo para ser sus
testigos.
Un discípulo
que ha estado con Jesús se destaca en su manera de hablar, porque lo hace con
autoridad, manifiesta convicciones firmes; nadie quebranta su fe, porque sabe
en quién ha creído. A la pregunta hecha en Hechos 4:7 “y poniéndoles en medio,
les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros
esto?”, ellos contestaron: “sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de
Israel, que, en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros
crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está
en vuestra presencia sano” (Hechos 4:10).
No olvidemos
cuán poderoso es el nombre de Jesús, usémoslo entonces con sabiduría y
reverencia, como dice Filipenses 2:9-10 “Por lo cual Dios también le exaltó
hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la
tierra, y debajo de la tierra”. Oración.
«Amado
Jesús, quiero que todos te vean a través de mi vida; por eso, por amor a tu
nombre, estoy dispuesto a transmitir tu mensaje de que en ningún otro hay
salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos. Me has dado autoridad, una convicción firme y la
disposición para llevar el evangelio. Gracias por venir a salvar al mundo y por
transformar la vida de todos los que creen en tu nombre, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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