Permanecer
en el amor de Dios
En esto se
mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito
al mundo, para que vivamos por él.” 1 Juan 4:9
«Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí.» Gálatas 2:20
“Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado
los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” Juan 15:10
La máxima
expresión del amor de Dios, la podemos ver cuando envió a su único Hijo al
mundo para que muriera en sustitución de la humanidad, pues todos éramos
incapaces de satisfacer la demanda de Dios por el pecado, de manera que, Dios
decidió dar a su propio Hijo. La máxima expresión del amor del Hijo, la podemos
ver cuando voluntariamente entregó su vida en expiación por nuestros pecados,
de manera que ahora podemos decir que somos limpios y perdonados.
Sin sombra
de duda, hemos sido amados con un amor que solo Dios puede dar, un amor
incondicional, eterno, verdadero y fiel. Y al ser eterno, el Señor anhela que
así mismo lo disfrutemos, que permanezcamos en Él todos los días de nuestra
vida. Como conocemos, la manifestación del amor de Dios fue principalmente para
liberarnos de la esclavitud del pecado y darnos vida eterna (Juan 3:16). Así
que, la manera que el Señor ha designado en su sabiduría e inteligencia para
que permanezcamos en su amor, es que guardemos sus mandamientos, pues ellos son
las instrucciones sabias e inequívocas para que no volvamos a caer en el engaño
del pecado; son las Palabras de nuestro Dios las que nos guardan de todo mal
camino; El Salmo 119:104-105 dice “De tus mandamientos he adquirido
inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira. Lámpara es a mis
pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.”
Adicional a
esto, nuestro Padre amoroso no nos ha dejado solos, sino que ha enviado a su
Espíritu para que esté con nosotros para siempre. Por medio del Espíritu Santo,
el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón, y es Él quien nos guía a
toda verdad, quien nos enseña y nos recuerda su Palabra, y sobre todo, es quien
hace morir en nosotros las obras de la carne para que ya no sirvamos más al
pecado, sino que ahora vivamos en la libertad y el amor de Dios (Romanos 8:2,
13-14). Oración.
«Padre
bendito, alabado y bendecido sea tu nombre por tu infinito amor, gracias por
dar a tu Hijo para mi salvación. Gracias Señor Jesucristo, por derramar hasta
tu última gota de sangre por mi redención, y gracias Espíritu Santo por morar
en mí y en amor, guiarme a toda verdad y bendición. Gracias Padre, gracias Hijo
y gracias Espíritu Santo, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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