Cordero
inocente
“el cual no
hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;” 1 Pedro 2:22
“Y se
dispuso con los impíos su sepultura, más con los ricos fue en su muerte; aunque
nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.” Isaías 53:9
El inocente
murió por los culpables, esta verdad debería conmovernos y pararnos de la silla
del adormecimiento espiritual. Pensemos para entender lo que padeció Cristo por
nosotros, en un niño inocente que es abandonado por sus padres o que se da
cuenta de que su mamita pronto partirá al cielo por una enfermedad. Siente el
inminente abandono o la inminente separación de la persona más importante de su
vida, de la que depende totalmente. Es un sentimiento de soledad que duele
hasta lo profundo del corazón. Esto y mucho más fue lo que experimentó Cristo,
por eso en Getsemaní horas antes de ser entregado expresó: “diciendo: Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, y
sentía lo que describe el evangelio: “Y estando en agonía, oraba más
intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra.” (Lucas 22:42,44). Una profunda angustia porque iba a estar por un
momento separado de su Padre, a causa de nuestros pecados, y por esto gritó
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46b).
Cristo
experimentó tal desamparo siendo inocente para traer sanidad y restauración a
nuestra vida; si nos hemos sentido solos, en depresión o en abandono, lo que Él
vivió fue para que nosotros por la fe en su obra de amor, ahora seamos libres
del pecado y no experimentemos el desamparo tanto en nuestra vida física
presente como también una eternidad sin nuestro Padre. “Porque tal sumo
sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores,
y hecho más sublime que los cielos;” (Hebreos 7:26).
Pero Él no
se quedó en la tumba, sino que fue resucitado por el Padre y muchos fueron
testigos de este trascendental suceso (Hechos 2:32), enviando luego de que fue
levantado de la tumba su Espíritu, sobre todo el que creyera en él, incluidos
nosotros en el tiempo presente: “Porque también Cristo padeció una sola vez por
los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3:18). Fue
resucitado para confirmar su victoria sobre el pecado y la muerte ¿Qué haremos
ahora con este conocimiento? Por supuesto, ir a los perdidos, a los que se
sienten desamparados, en depresión y soledad o en esclavitud, identificándonos
con Cristo mismo y creyendo por el Espíritu que: “El Espíritu del Señor está
sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los
cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos” (Lucas
4:18). Oración.
«Padre
bueno, que el poder y la libertad que ha traído a mi vida, el conocer y vivir
por la fe en la obra redentora de mi Señor Jesucristo, me lleve a compartir a
todos aquellos que ahora lo necesitan; Gracias Padre por tu eterno amor por la
humanidad, oro para que sea tu Santo Espíritu a través de mí y haciendo tu obra
en ellos, por Jesucristo mi Señor, amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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