El Sentir de
Cristo
“Haya, pues,
en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:5-8
“porque Dios
es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad.” Filipenses 2:13
Conociendo que,
al tener la mente de Cristo, la Palabra de Dios por su Espíritu nos es revelada
(1 Corintios 2:16,12), es necesario que esto no se quede meramente en un
conocimiento intelectual que solo llene nuestra mente, sino que meditando en
ella de manera sincera y humilde, le cedamos el trono de nuestra vida a Dios,
permitiendo así que Él por su buena voluntad, disponga en nosotros tanto el
querer como el hacer de lo que a través de su Escritura nos enseña.
Es hermoso
ver cómo nuestro Señor Jesús nos muestra a través de su ejemplo completa
sujeción y obediencia a la voluntad de Dios, tanto así que obedeció aun cuando
la voluntad de su Padre era que Él muriera en una cruz, pues sabía que su Padre
lo amaba y que todo lo hacía bueno, agradable y perfecto (Mateo 3:17, Romanos
12:2). Sin embargo, esto fue tan difícil para Jesús que oraba “diciendo: Padre,
si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
(Lucas 22:42). Hoy, gracias a esa perfecta sujeción y obediencia de nuestro Señor
y Salvador, nosotros también podemos llamar “Padre” a Dios (Juan 1:12-13,
Romanos 8:15-16), y es un regalo maravilloso, pues somos hijos de aquel que,
cuando éramos sus enemigos, envío a su Único Hijo a morir en una cruz para
salvarnos y adoptarnos, ahora mucho más siendo hijos, nos dará todo lo que
necesitamos (Romanos 5:10).
De manera
que, queridos hermanos, el sentir de obediencia que hubo en nuestro Señor
Jesucristo, es el que también debe haber en nosotros; teniendo el máximo
ejemplo, nuestro mayor anhelo debe ser hacer la voluntad de nuestro Padre
Celestial; solamente es necesario que nos dispongamos, y aún en esos momentos
donde no queramos o nos parezca muy difícil hacer lo que el Padre nos dice, que
nuestra actitud sea la de postrarnos en oración y rendirnos en completa
humildad y sujeción a Dios, pues es Él quien en nosotros produce el querer como
el hacer por su buena voluntad. Oración.
«Padre
bueno, gracias porque todo lo haces perfecto, gracias porque me has permitido
ver cómo siempre obras para mi bendición y tu gloria; gracias Padre eterno por
tu amado Hijo Jesucristo, quien me enseña y me impulsa a obedecerte en todo,
anhelo que esa obediencia de mi Señor sea la que también a través de mí sea
puesta en práctica, sé que por tu Espíritu lo harás, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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