Mi alma tiene sed
“Como el
ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el
alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me
presentaré delante de Dios?» Salmos 42:1-2
La sed
espiritual es un estado de tantas secuelas en nuestra vida, que
definitivamente, como cristianos, no deberíamos arriesgarnos a experimentarlo,
claro que al decir “arriesgarnos” no significa que lo vayamos a hacer de manera
voluntaria y consciente, sino que muchas veces poco a poco, sin darnos cuenta y
por circunstancias de la vida, perdemos nuestra comunión e intimidad con Dios,
y al hacerlo perdemos acceso a la fuente de agua viva. Y cuando esto sucede, es
como si estuviéramos caminando por varios días en un desierto y sin
hidratación, es decir, puede llegar a ser mortal.
En el ámbito
espiritual, sabemos que nuestro enemigo no viene sino para hurtar y matar y
destruir, y son justo esos momentos cuando más nos quiere devorar, pues sabe
que estamos débiles, expuestos y fatigados, porque como sabemos, eso es lo que
sucede cuando tratamos de vivir a nuestra manera y en nuestras fuerzas.
Cuando Jesús
estaba en la cruz entregándose por amor a nosotros, dijo “tengo sed”,
experimentando la sed espiritual que ninguno de los que en Él creen, tiene que
experimentar, pues Él la sufrió para que nosotros hoy en día permanezcamos
saciados y que de nuestro interior corran ríos de agua viva (Juan 7:37-39).
Hermanos, no
permitamos que ninguna situación o circunstancia nos aleje de Dios, no
permitamos que nuestra alma sufra sed, no nos arriesguemos a deshidratarnos y
debilitarnos, dejando así que el enemigo tome ventaja sobre nosotros;
ciertamente Dios está cerca, está en nosotros por medio de su Espíritu Santo,
su misericordia es nueva cada mañana y día y noche nos está esperando, Él
siempre está dispuesto a saciarnos. “Pero de día mandará Jehová su
misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi
vida.” (Salmos 42:8). Oración.
«Padre
bueno, tu amor es eterno y prolongada es tu misericordia. Gracias Señor porque
definitivamente no merecía tanto, eres bueno y bondadoso. Gracias porque nunca
te cansas y siempre me estás esperando. Gracias también por esos momentos en
que experimenté sed espiritual, pues fueron tan dolorosos que ahora ya no
quiero dejar pasar ni un día en el que no beba de tu fuente de agua viva,
gracias Señor Jesús, amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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