Renovando mi llamado
“Yo conozco
tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero
por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
Apocalipsis 3:15-16.
“Y extendió
Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras
en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos,
para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y
para plantar”, Jeremías 1:9-10.
Si alguna
vez hemos tomado agua tibia sabemos lo desagradable que es. Así se vuelve la
iglesia de Cristo cuando cae en tibieza espiritual. Somos tibios cuando nuestra
posición como cristianos no es firme, por ser indiferentes a las necesidades de
las personas, por no llevar el mensaje de Cristo a este mundo perdido. El
corazón de la iglesia se endurece, se llena de orgullo y se siente satisfecho
sirviendo a Cristo a medias, nos volvemos cristianos solo de nombre y en última
instancia, nos lleva a la decadencia espiritual. El Señor Jesús nos está
llamando a renovar nuestra fe y avivar el fuego de su Espíritu en nuestros
corazones.
A Jeremías
se le llamó el profeta del corazón quebrantado, tuvo que vencer muchos
obstáculos para poder cumplir con su llamado: 1) El temor: el Señor le dijo que
no estaba solo, que Él lo libraría, Jeremías 1:8. 2) Sentirse incompetente: el
Señor le dijo que había colocado sus palabras en su boca, Jeremías 1:9. 3) El
rechazo: ya que fue un ministerio difícil, porque las personas no lo querían
escuchar, Jeremías 11:19.
A pesar de
lo anterior, Jeremías no renunció a su llamado y dijo: “porque cuantas veces
hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová
me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él,
ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego
ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”, Jeremías 20:8-9.
A pesar de todo lo que estaba sintiendo y su deseo de claudicar, su corazón estaba
encendido por la presencia de Dios, esto le permitió seguir adelante.
Estamos
viviendo una época muy parecida a la de Jeremías, las naciones se conducen al
desastre, están llenas de corrupción, odio y violencia; y Dios ha sido dejado
totalmente fuera de escena; y cuando los que no creen lo mencionan lo hacen con
ironía y desprecio, por eso debemos aprender del profeta, aunque nos sintamos
marginados, con desánimo y frustración.
La Biblia
nos dice en 1 Juan 4:4: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido;
porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. Avivemos
la fe, primero recordando que también fuimos escogidos desde antes de la
fundación del mundo con un propósito; conscientes de que el Todopoderoso está
con nosotros y que el Espíritu Santo hablará por nosotros, Lucas 12:12; la obra
no será fácil, pero hay que arrancar, destruir, arruinar y derribar todo lo que
se levante en contra del evangelio de Cristo y poder así, edificar, plantar el
reino de Dios en esta tierra. Como Jeremías, pidamos que el fuego de su
Espíritu se vive en nuestro corazón, apoyémonos en la Palabra de Dios, porque
el Señor es fiel a ella y la cumplirá por encima de cualquier cosa, para llevar
a cabo su plan de salvación para esta humanidad.
Digamos como
Jeremías “había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos;
traté de sufrirlo, y no pude”. Oración.
«Señor
Jesucristo, hoy estamos en las mismas condiciones que en tiempos del profeta
Jeremías, debo predicar el evangelio a una generación que va rumbo a la
destrucción, pero no puedo dejar de hacerlo. Tú vienes por segunda vez a reinar
y a juzgar a las naciones, renueva mi llamado, ayúdame a compartir tu
evangelio, aviva el fuego de tu Espíritu en mí, para que lleve a los que me
rodean al arrepentimiento y muchos sean salvos. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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