Escucha a
Dios mediante las palabras de Jesús
“Seis días
después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a
un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como
el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les
aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús:
Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres
enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún
hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que
decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”. Mateo
17:1-5
La forma más
común de Dios hablarnos es a través de las Escrituras. Por eso las palabras de
Jesús registradas en el Nuevo Testamento, son las Palabras de Dios. Claramente
el Señor Jesucristo en el monte de la transfiguración se reveló como Dios, en
toda su majestad y poder; y el Padre celestial cubrió con su presencia a todos
los que estaban allí y se escuchó su voz confirmando la deidad de Jesús, la
misma imagen del Dios invisible, la esencia gloriosa de Cristo eterno traslució
el velo de su cuerpo y se dejó ver por sus discípulos, revelando la gracia de
Dios.
Se vio una
nube brillante y se escuchó una voz desde el cielo dando un mandato: “a Él
oíd”. La presencia de Moisés y Elías sirvió como una aprobación implícita de
Jesús como el Mesías, pero la voz desde el cielo fue una aprobación explícita.
La misma voz que se escuchó en el bautismo de Jesús y que aprobó el comienzo de
su ministerio terrenal, se oía ahora confirmando la finalización del mismo,
faltando pocos meses para su muerte.
El propósito
principal de la voz del cielo tenía que ver con los discípulos. Habían
reconocido que Jesús era el Mesías, el Hijo del Dios viviente, Lucas 16:16,
pero no habían entendido lo del “Siervo Sufriente”, Isaías 53:3-6. Pedro quiso
impedir que Jesús fuera a la cruz, pero, él y sus compañeros tenían que
aprender de una vez que Jesús estaba en el centro de la voluntad del Padre. No
sólo el Padre lo reconoció como su Hijo amado, y del cual él se agradaba, sino
que mandó a los discípulos que le oyeran. Pedro, y probablemente los otros,
estaban más dispuestos a instruir a Jesús en cuanto a la cruz, que a ser
instruidos. El mandato: “a él oíd” es un imperativo del tiempo presente y
denota acción continua y repetida. Significa oír con atención lo que Jesús
decía en cuanto a la cruz y la de ellos.
Al leer las
palabras de Jesús y atesorarlas en nuestro corazón, escuchamos realmente la voz
de nuestro Padre Dios. Jesús advirtió a los discípulos que recibirían ataques,
habló dos veces sobre el sufrimiento que experimentaría en la cruz y habló de
la resurrección. Mateo 16: 21; no obstante, en vez de escuchar a Jesús Pedro
intentó persuadirlo, realmente no estaba escuchando la voz de Dios y su
propósito con la humanidad a través de Él.
Hoy se
predica el mismo mensaje, la muerte y resurrección de Cristo, sin embargo,
muchos nos quieren oír, muchos no tienen en mente los intereses de Dios, la
salvación de la humanidad.
De pronto,
para muchos son palabras demasiado duras para aceptarlas, ya que seguir a
Cristo no es tener una vida de confort y seguridad, por el contrario, seguirlo
implica negarnos a nosotros mismos, es tomar nuestra cruz; seguirlo es entender
que el propósito de nuestra vida es de mayor importancia que todo lo que
podemos tener en esta vida: bienes terrenales, posesiones, fama y éxito del
mundo. Es mejor no tener todo esto, que perder nuestra alma. Oración.
«Amado
Jesús, anhelo entrar en tu gloriosa presencia por medio del Espíritu Santo,
quiero mirar tu rostro que brilla como el sol, postrarme en adoración y sentir
tu toque diciéndome: “no temas yo estoy contigo”, ayúdame a entender tus
palabras que son vida y paz; y así poder compartirlas con otros, para que les
llegue la luz de tu presencia y sean salvos como yo. En Cristo Jesús, amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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