Asume tu
responsabilidad
“Y Dios le
dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te
mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me disté por compañera
me dio del árbol, y yo comí”. Génesis 3:11-12
“Así que,
cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse
sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia
carga”. Gálatas 6:4-5
“Porque yo
reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti,
contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas
reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”. Salmos 51:3-4
Una de las
actitudes más nocivas que podemos adoptar es culpar a otros por nuestros
errores, lo más triste es que sucede todo el tiempo dentro del matrimonio, en
los hogares, en el colegio, en el trabajo y demás. Adán le dijo a Dios: “La
mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Adán culpó
primero a su mujer, pero en última instancia culpó a Dios por darle esa
compañera.
Si culpamos
a los demás, adoptamos la postura de víctimas del sistema de gobierno, de mi
cónyuge, de mis padres, profesores, etc. no podremos cambiar nosotros, porque
estamos colocando un velo a nuestro pecado y mirando sólo la equivocación de
los demás. Decimos muchas veces que queremos cambiar nuestro entorno, pero esto
no sucederá a menos que empecemos a cambiar nosotros mismos. Dejar de
responsabilizar a otros por nuestras fallas, nos hará ver nuestras malas
decisiones, nuestro orgullo, nuestra gran necesidad de perdón y transformación.
En una
confrontación siempre aflora el orgullo, porque sacamos en alto errores de los
demás, en los que pensamos que nunca caeremos, esto opaca a Dios y su
misericordia. Sería más fácil resolverla, si recordamos que también somos
vulnerables y podemos caer en cualquier momento, si miráramos a esta verdad
seríamos más misericordiosos con los demás.
Hay una
tendencia de compararnos con otros en forma desfavorable. El Señor nos manda a
pensar de nosotros mismos con cordura, valorando a los demás, Romanos 12:3. El
legalismo o la religión pone carga tras carga sobre una persona. Jesús dijo de los
líderes del judaísmo en su tiempo: “Porque atan cargas pesadas y difíciles de
llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo
quieren moverlas”, Mateo 23:4; ellos aplicaban su propia justicia hacia la
gente, pero no vivían bajo los principios de Dios.
Como
personas espirituales, que hemos nacido de nuevo, debemos ayudar a nuestros
hermanos en sus conflictos contra las tentaciones y opresiones de la vida, y si
nosotros hemos pecado, debemos confesar como David lo hizo, reconociendo toda
la responsabilidad ante Dios. Marcos 12:30-31 dice: “Y amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus
fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”. Solamente
es en el amor que podemos cumplir la ley de Cristo. ¿Entonces si queremos
llevar cargas, por qué no ayudarnos unos a otros en amor?
Si creemos
que somos algo por nuestros propios méritos, no tendremos mucha tolerancia por
las cargas de los demás. Por eso recordemos hoy que: Debemos llevar la carga de
perdonar y restaurar a otros, debemos llevar la carga de apoyar a los que están
atravesando dificultades, esto implica escucharlos, aconsejarlos y estar
dispuestos a ayudarlos, aún, debemos llevar la carga que nadie más puede
llevar, como Pablo expresa en Romanos 15:1 “Así que, los que somos fuertes
debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros
mismos”. Oración.
«Padre
amado, que fácil es disculpar mi pecado culpando a otra persona o a las circunstancias
que me rodean; pero tú conoces mi corazón y sabes la verdad, por eso admito mi
pecado y pido perdón; enséñame a asumir mi responsabilidad; y en amor ayudar a
mis hermanos a sobrellevar sus cargas, a amarlos y a no sentirme superior a
ellos, porque soy vulnerable y en cualquier momento puedo caer. En el nombre de
Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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