Libres de
maldición
“Si alguno
hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo
colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el
madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el
colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad.”
Deuteronomio 21:22-23
“Cristo nos
redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está
escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús
la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe
recibiésemos la promesa del Espíritu” Gálatas 3:13-14
Como vemos
en la escritura, Cristo, al ser colgado de un madero, se hizo maldición por
nosotros y nos redimió de la maldición de la ley, pues esta condenaba a todo
aquel que no cumpliera alguna de sus exigencias. Como nos explica contundentemente
el Espíritu Santo por medio del Apóstol Pablo “Porque todos los que dependen de
las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel
que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para
hacerlas.” (Gálatas 3:10).
Lo cual no
quiere decir que no estemos llamados a cumplir sus mandamientos, sino, que
nuestro cumplimiento de la ley ocurre cuando amamos a los demás, siendo esto el
fruto y evidencia de estar justificados por fe; pero este cumplimiento de la
ley, en amar a los demás, no es ejecutado con nuestras propias fuerzas, sino
por la presencia del Espíritu Santo, quien actúa poderosamente en cada
creyente. Es decir que, con el amor que Cristo derramó en nosotros, somos
llevados y llamados a poner en práctica sus preceptos y a hacer morir las obras
de la carne.
Al ser
ineficaces e incapaces de cumplir fielmente todos sus mandamientos y preceptos,
merecemos caer bajo la maldición descrita en Deuteronomio 28:15-64; sin
embargo, Cristo tomando nuestro lugar, siendo nuestro sustituto en la cruz, se
hizo maldición para que ahora heredemos la bendición de Abraham y por gracia
seamos alcanzados de todas las bendiciones descritas en Deuteronomio 28:2-14.
Bendición tras bendición en nuestra salud, economía, sobre todo aquello en que
ponemos nuestras manos, nuestros hijos e hijas, nuestro cónyuge; bendiciones
que están dispuestas por medio de la obediencia a la fe para ser tomadas por
nosotros. ¡Qué esperas hermano, aprópiate de ellas! Oración.
«Padre
amado, gracias porque en Cristo Jesús no tengo ninguna maldición; al recibir a
Cristo fueron rotas todas las maldiciones, ahora estoy llamado a tomar por fe
las bendiciones en toda área que tienes para mí y a vivir una vida de
excelencia moral, impulsado por el amor de Dios y guiado por tu Espíritu, para
hacer morir en mí toda obra de la carne, Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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