El hermano
del hijo pródigo
“Y su hijo
mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la
música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello. Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro
gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería
entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo,
dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás,
y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino
este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él
el becerro gordo. Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas
mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este
tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.” Lucas
15:25-32
El hermano
mayor del hijo pródigo sintió envidia y enojo por ver cómo su hermano menor,
habiendo sido desobediente y rebelde, recibió lo que no merecía.
Tal vez el
hermano mayor recordó que, de acuerdo a la ley, su hermano debería ser
castigado severamente y se le debía aplicar lo que estaba dictaminado en el
antiguo testamento en Deuteronomio 21:18-21, acerca del hijo contumaz y
rebelde, el cual debería ser apedreado por los ancianos de la ciudad.
Y así somos
nosotros en muchas ocasiones, envidiamos lo que otro tiene o criticamos al
otro, condenamos y entramos en el legalismo. Nos preguntamos ¿Por qué él sí
recibe y yo no? o vemos a un hermano que ha caído en pecado y en vez de
levantarlo con mansedumbre, como nos dice la escritura, deseamos que venga un
castigo sobre él (Gálatas 6:1).
Entonces,
podemos ver en esta parte que el hermano mayor representa la ley, mientras que
el hermano menor representa la gracia (favor inmerecido). Dice la escritura
“De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia
habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de
la justicia;” (Gálatas 5:4-5), pues somos justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús y no mediante nuestras
propias obras de justicia, (Romanos 3:24, Tito 3:5).
También
podemos ver que el hijo pródigo del antiguo testamento, es decir, lo que estaba
determinado pasarle a un hijo que se hacía rebelde, de acuerdo a las
instrucciones de la ley, era bañarlo con piedras, en contraste, el del nuevo
testamento fue bañado con besos; el hijo del antiguo testamento recibiría lo
que merecía debido a su rebeldía y todo terminaría en tristeza, en muerte, en
un funeral, mientras que el hijo pródigo del nuevo testamento recibió lo que no
merecía, fue revestido, perdonado y todo terminó en celebración.
Lo que le
debía pasar a un hijo pródigo del antiguo testamento muestra la justicia bajo
este pacto, porque sería el juez injusto si no ejecuta justicia. En el nuevo
testamento, esta justicia, fue cumplida por Cristo, para que ahora nosotros
disfrutemos de la celebración; así que, podemos ver el alto costo que Cristo
pagó con su sangre y por lo tanto apreciar el amor y la gracia de Dios
derramada abundantemente sobre nosotros, por medio de la fe en Jesús, para que
no condenemos a otros, mejor compartamos el mensaje de su favor inmerecido y
vivamos una vida en santidad agradando al Padre. Oración.
«Padre, me
has dado tu amor al enviar a tu Hijo Jesús a morir por mis pecados y por medio
de Él me has tratado como yo no merecía; gracias por tu gran favor. De la misma
manera quiero amar a los demás, no condenándolos, sino edificando y enseñando
acerca del amor que cubrió mi maldad y me hizo nueva creación. En el nombre de
Jesús, Amén.
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