Un mandato,
un modo, una bendición
“Mira que te
mando que te esfuerces y seas valiente; que no temas ni desmayes, porque Jehová
tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” Josué 1:9
“Y todo lo
que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor
Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” Colosenses 3:17
“He aquí que
mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en
alto.” Isaías 52:13
El Señor en
su Palabra, que es camino, pone delante de nosotros escoger entre el camino de
vida y el camino de muerte, porque su palabra siempre nos plantea la disyuntiva
de aplicarla a lo carnal o a lo espiritual y en ambos casos surte el efecto que
Él establece en ella porque su Palabra es la verdad, y se cumple.
Si nosotros
en nuestros propósitos humanos nos esforzamos y somos valientes, no tememos ni
desmayamos porque confiamos en que Dios está con nosotros en dondequiera que
vayamos y, si todo lo hacemos en el nombre de Jesús y le damos gracias a Dios
por medio de Él, de seguro que seremos prosperados, engrandecidos y exaltados
en aquello por lo que humanamente luchamos.
Ahora bien,
si nuestro esfuerzo, valentía y lucha sin desmayar está enfocada a lo
espiritual, y todo lo que hagamos sea de palabra o de hecho en pos de nuestros
propósitos espirituales lo hacemos en el nombre de Jesús y damos gracias a Dios
por medio de Él, cuánto más seremos prosperados, engrandecidos y exaltados y,
nuestro nombre, será puesto muy en alto, en la gloria eterna de Dios.
La
diferencia entre lo uno y lo otro es que si nuestro esfuerzo, valentía y lucha
incansable está en lo terrenal, estamos luchando por lo perecedero, por lo vano
y por lo intrascendente, pero si nuestro objetivo es por lo espiritual estamos
luchando por lo eterno. “Porque el que siembra para su carne, de la carne
segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna.” (Gálatas 6:8) Oración.
«Amado Padre
Celestial, sabemos por tu Santa Palabra en la cual creemos firmemente, que tú
nos amas con un amor que supera nuestro propio conocimiento y, en ese amor de
Padre Perfecto, nos mandas a hacer lo que a nosotros conviene, como maestro nos
indicas el modo de hacerlo correctamente y estableces la bendición por la
obediencia. Padre, llénanos con tu Santo Espíritu y danos Señor la sabiduría y
la inteligencia para conocer lo que tú nos mandas, la humildad para obedecer,
la decisión para actuar y el agradecimiento para recibir el fruto de la
obediencia. Amén. Difundiendo el mensaje
de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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