Convertíos a
Dios de todo tu corazón
“Por eso
pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y
lloro y lamento.”, Joel 2:12
“Rasgad
vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios;
porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en
misericordia, y que se duele del castigo.”, Joel 2:13
El hombre,
alejado de Dios, es arrastrado por las corrientes del mundo que solo lo
conducen a la búsqueda de la satisfacción de los deseos de la carne, que son
vanidad, y que cada vez lo atraen más y más hasta conducirlo a la esclavitud,
la destrucción y la muerte porque el propósito de satanás en el mundo es hurtar,
matar y destruir y al hombre, en las garras del maligno, solo le queda una
esperanza, convertirse a Dios de todo su corazón y esa conversión muchas veces
implica ayuno y lloro y lamento porque satanás lucha con todas sus fuerzas para
no dejar que sus esclavos se aparten de él.
Convertirnos
a Dios de todo nuestro corazón implica recibir a Jesucristo como nuestro Señor
y Salvador personal, entregarle el trono de nuestro corazón y de nuestra vida y
rendirnos a Él para que real y verdaderamente sea en nuestro ser y en nuestra
vida, nuestro Señor, nuestro Dios, nuestro Rey, nuestro todo.
Cuando el
hombre en su angustia y desesperación, rasga su corazón y arrepentido de su
maldad, de su iniquidad y de sus rebeliones clama a Dios; Él que es
misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, que se
duele del castigo del hombre necio, contumaz y rebelde, porque es un Dios de
Amor, quien dice que habrá más gozo en el cielo por un pecador que se
arrepiente, que por 99 justos que no necesitan arrepentimiento. (Lucas 15:7)
Nosotros,
convertidos de corazón y conocedores de la gran misericordia de Dios con la
cual nos sustenta día tras día en todos los tiempos, momentos y circunstancias
de nuestra vida; llamados somos a andar en fidelidad a Él, honrando y
glorificando su Santo, Santo, Santo nombre, todos los días de esta vida que en
su amor y en su misericordia nos permite vivir. Oración.
«Amado
Padre, Señor y Dios nuestro, de todo mi corazón me allego ante tu santa
presencia y clamo a ti para que perdones todos mis pecados, culpas e
iniquidades y los pecados las culpas y las iniquidades de esta humanidad que
alejada de ti se debate en la angustia y la desesperanza que producen la
violencia, la maldad, la injusticia, la inequidad, la corrupción, la avaricia y
el vicio, que dominan al mundo; para que en tu misericordia, que hace que te
duelas de nuestro castigo, tengas compasión, perdones nuestros pecados y sanes
nuestra tierra y nos des vida y paz. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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