El pequeño valiente
“Así dijo
Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el
valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se
hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago
misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice
Jehová.” Jeremías 9:23-24
Meses atrás
observé frente a mi casa a un pequeño gorrión que se enfrentaba con valentía
contra un grupo de pájaros negros que querían quedarse en la cima del árbol en
que este pequeño posaba, me llamó la atención que a pesar de ser tan pequeño y
menor en cantidad ¡nada lo atemorizaba! Cuando ví esta situación,
inmediatamente vinieron a mi mente las palabras que pronunció el rey David en
una situación similar: “Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi
corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado.” Salmos 27:3,
claramente aquél pequeño gorrión no pensaba en este pasaje mientras enfrentaba
a sus enemigos, sino que actuaba conforme lo que le decía su instinto, ese que
aparentemente estaba lleno de “valentía”. Esta situación me hizo reflexionar
mucho más allá, pues ese fue el caso del gorrión, pero ¿qué pasó con David?,
¿cómo fue su reacción?, a él no lo vemos saliendo de su escondite ufanándose de
su fuerza y grandeza, ¡persiguiendo a sus enemigos! ¡No!, lo vemos en humildad
reconociendo que si Dios no fuera su salvación, fortaleza, roca y tabernáculo
no podría llegar a salir vivo de esa situación pues sus oponentes eran muchos.
Ahora, ¿cómo actuamos nosotros? Quizás ante situaciones extremas seguimos el
ejemplo de David: recurrimos a Dios, nos refugiamos en Él, pero sólo en estos
casos (porque la situación se nos sale de las manos) pero, ¿será que hacemos lo
mismo en las menos apremiantes? Tal vez no, pues en ellas decidimos solucionar
conforme nuestra “valentía”, bajo nuestra propia fuerza, como aquel gorrión.
Hermanos, el
día de hoy Dios nos está recordando la importancia de no alabarnos o jactarnos
en nuestras propias capacidades, aprendamos de David, quien en todo momento
dependía de Dios, anhelaba estar siempre en la presencia del Señor, se tomaba
el tiempo necesario para conocerle, pero sobre todo descansaba en Dios pues
sabía que Él era su amparo y fortaleza. Oración.
«Padre,
reconozco que en muchas ocasiones de mi vida me he hecho el “valiente”, he
pensado que para solucionar los problemas menores no necesito tu ayuda y cuán
equivocado he estado pues a ti no solo te necesito algunos días sino siempre.
Señor ¡Cuánto me falta aprender a depender de ti! ayúdame a nunca olvidarlo y a
refugiarme en tus brazos y dame sabiduría cualquiera que sea la situación,
amén.
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