Campo
espiritual
“He aquí, el
sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto
al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde
no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;
pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó
entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena
tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
El que tiene oídos para oír, oiga.” Mateo 13:3b-9
¿Alguna vez
has visto un campo? Seguramente sí, uno de cañaduzales, o de café, incluso en
la televisión hemos visto algunos campos de lavanda. Como podrás imaginar estos
campos han sido diseñados para producir algún tipo de fruto, pero vemos que no
todos pueden cumplir con esta función, pues por el tipo de tierra y las
condiciones del clima en la que se encuentran, se convierten en campos
desérticos que no pueden generar fruto; pero, ¿Por qué traigo esto a colación?
Porque usualmente cuando oro antes de escuchar una predicación le pido a Dios
que mi corazón sea como esa tierra fértil, que cuando caiga la semilla, que es
Su Palabra, pueda dar fruto en mi vida.
El Espíritu
Santo en una ocasión llamó mi atención cuando oré de esta manera y me llevó a
reflexionar: ¿Si tuvieras que dibujar o plasmar en una imagen tu campo
espiritual, cómo se vería?, ¿lleno de fruto?, ¿en proceso de crecimiento?, o
quizás ¿desértico?, y me gustaría que te hicieras la misma pregunta. En
nuestras respuestas quizás podríamos encontrar que nuestro campo espiritual
pudiera no estar lleno de fruto, pero te has preguntado: ¿en dónde radica el
problema de la falta de fruto?, ¿en el sembrador (Jesús), en la semilla (la
Palabra de Dios), o en el campo (tú y yo)? Es claro que el problema radica en
cada uno de nosotros, pero no porque seamos un mal campo, pues recordemos que
ya el Señor nos restauró, renovó, nos dio una nueva identidad y un nuevo
corazón (Ezequiel 36:26-27), el problema principal es que tú y yo, aunque hemos
sido renovados, lastimosamente o no creemos esta verdad, o si la creemos
tendemos a olvidarla, lo que genera que no podamos vivir de la manera correcta,
con un campo espiritual lleno de fruto. Oración.
«Señor, yo
sé que me has renovado y me has dado un nuevo corazón, por eso mi petición en
este día es para que me ayudes a nunca olvidar lo que has hecho en mi interior
y a demostrar con mis actos que ya no vivo yo, sino que Cristo es quien vive en
mí, amén.
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